Por
Jaime Yovanovic Prieto
En
la época de la dictadura eran cientos de miles los que protestaban y
erigían barricadas contra la opresión. Casi no había barrio del
país que no se alzara. Todas las formas de lucha eran válidas, pero
la salida por abajo, desde la gente, desde los barrios, resultó un
peligro para todos: gobierno y partidos, todos ellos enfrascados en
la disputa por el poder y no en las soluciones que proponían los
vecinos de los barrios. Una vez cocinada la democracia de papel, con
ausencia total de la población, como las negociaciones y arreglos
por arriba entre las Farc y el gobierno colombiano, se instala lo
mismo con cara civil, donde los partidos y los empresarios deciden
los rumbos allá arriba, mientras los de abajo debemos subordinarnos.
La izquierda estaba contra el gobierno militar, pero se subieron a la
lámpara pensando que eran los que conducían los procesos, que en
el fondo era una ola de movilizaciones que había que contener y que
había que ponerse a la cabeza para llevarla a donde los jefes
determinaban. Innumerables ciudadanos de derecha, de centro y sin
ideologías, formaban el grueso de la oposición y parecía haber
encuentro con la izquierda, o más bien, entre todos pasaban a llevar
las diferencias, lo que era encomiable.
Los
hermanos Vergara pertenecían al MIR y con todo derecho participaban
de la resistencia contra la dictadura, al igual que muchos otros, de
partidos o sin partidos, de todos los colores ideológicos. Al
cambiar la situación, ya es posible recomenzar desde abajo, desde la
gente, desde los vecinos, con nuevas realidades, nuevas metodologías
de interpretación y nuevas maneras de actuar, lo que ya empezaba a
darse en diferentes regiones del planeta, donde los cambios son
vertiginosos, pero el sectarismo y el vanguardismo, continuaron en
algunos y se acentuaron. Todos los partidos y grupos se dividieron en
mil pedazos, fracciones, tendencias y astillas, cada uno con la
verdad, lo que al haber tantas opciones para escoger, todos tenemos
perfecto derecho a ponerlas en duda a todas y cada una, en especial
si aquella “verdad” la buscan solamente en la teoría, la
doctrina, la ideología y entre algunos intelectuales que desean
“probar” nuevamente: Esta vez si que si, compañeros!
Otros
en cambio, vistas las circunstancias, preferimos salirnos de los
partidos y de las ideologías para definir nuevos caminos ya no
hechos por vanguardias, “inteligentes” y “conscientes”, sino
elaborados en el mundo de la vida por los propios vecinos de cada
barrio, sin hacer trampas, es decir, sin esconder el puñal bajo el
poncho, o sea, sin ideología tapada o encubierta ni ases en la
manga. Especialmente sin la arrogancia del “nosotros somos
conscientes y ellos no”, que por eso hay que “conducirlos” y
con eso se justifican los colectivos de “vanguardia”, grupos de
conscientes que la tienen clara, tan clara como los otros ciento y
tantos colectivos que piensan diferente y disputan entre si quien
atrae más gente y con eso demostrar su verdad.
La
verdad no existe, es siempre un proceso de avance del conocimiento y
de la construcción, pero esa construcción no es sólo un acto
externo de cambios de métodos personales y de cambios relacionales o
de cambios materiales en el barrio, sino, lo que es más importante
es el cambio de sujeto, sujeto de la vida, sujeto del cambio, que
algunos aún siguen pensando que se trata de un grupo de afines a una
corriente que tienen la misión de llevar a los vecinos los caminos
de “liberación”, con lo que sólo reproducen la parálisis
creativa, subjetiva y protagonista del sujeto, dando continuidad al
sujeto pasivo y espectador que espera soluciones desde fuera o desde
alguien o desde algo, por eso en muchos sindicatos y barrios la gente
se conforma con seguir el líder, pero hay que quebrar ese círculo
vicioso mediante el protagonismo común del mundo de la vida, desde
donde puede potenciarse todo tipo de cambios y aprender del tejido de
formas compartidas de vivir que es posible asumir el mundo en sus
manos, empezando por el barrio, pero para ello hay que liberarse de
las ideologías y del divisionismo
izquierda-centro-derecha-extremos-abstencionistas-electores, para
verse y actuar como vecinos.
Así,
el salir a “combatir” desde las vanguardias que intentan reclutar
nuevos combatientes, resulta ser una continuidad y reproducción de
lo mismo, hay muchas maneras de recordar y homenajear a quienes se
han ganado el respeto popular, pero en este caso se trata de sectores
que más bien siembran el divisionismo, pues la mayor parte de los
vecinos no están ni ahí con la “capacidad de combate” de las
vanguardias, que disputan consciencia a consciencia los millones de
espectadores subsumidos por la lógica sistémica.
Nosotros
hemos escogido ese camino de empezar de cero, desde la realidad de
Valparaíso y desde la noción de esa realidad que tiene el vecino en
proceso de re-encuentro de la gran familia del barrio. Si se
reconstruye la manera más comunitaria de vivir y compartir, ya es un
cambio esencial, pues el común permite la elaboración y despliegue
desde esa práctica de valores hoy día arrinconados por el
predominio del individualismo y la competencia, que son el afecto, la
comunicación, el respeto, la cooperación, el tejido de miradas y el
amor. Así ya no es un modo de comprender la vida lo que se abre
paso, sino un modo de vivir y la profundización, expansión y
multiplicación de ese modo de vivir.
Jaime
Yovanovic Prieto
profesor_j@yahoo.com
tuiter:
@YovanovicProfeJ
blogg:
yovanovic.blogspot.cl
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