En un par de semanas más, Ana Tijoux llegará por primera vez a las
aulas de Harvard. En persona, se entiende, porque su música ya ha estado
allí varias veces. Invitada por el Hip-Hop Archive and Research
Institute y otras divisiones de la prestigiosa universidad, la chilena
cantará en una sesión acústica y compartirá con los alumnos ideas sobre
su trabajo, su mirada política y el devenir social chileno. Citas
similares le esperan este mes en otras dos universidades en California,
incluyendo UCLA. El año pasado ya estuvo en Duke, hablando en parte
sobre las luchas estudiantiles en Chile. Son invitaciones que provienen
de académicos que llevan un tiempo mostrando sus canciones en clases y
refiriéndose a su trabajo como el modelo de un nuevo arte social
latinoamericano. Para la chilena, son oportunidades de conversar con
gente que probablemente no se toparía de otro modo.
—En Duke recuerdo
que les llamaba la atención saber que aquí los alumnos se fueran a paro
por la educación. Entonces yo les preguntaba: “¿Y cuánto pagan tus
padres por que estés acá?”. El 80 por ciento en la sala no tenía idea.
Ahí se armaba un debate interesante.
¿Preparas algo especial antes de llegar?Tengo
una pauta de ideas, intercalo algunos videos… les interesa saber de
Chile, de cómo es ser mujer acá, les da curiosidad saber por qué nací en
Francia. Aprender sobre este país tan lejano a ellos les abre un
universo. Para mí también es interesante escucharlos, botar prejuicios.
¿Como cuáles?Por muchos años vi a Estados Unidos
como el enemigo. Con los viajes he ido descubriendo un país construido
de migrantes. Es un puzzle de gente venida de todas partes, en el que
hay cosas fantásticas y donde también perdura mucha ignorancia.
La primera vez que fui a (la radio pública) NPR me dijeron:
“Bienvenida a América”. Y no, po’. Qué egocéntricos. “Ustedes no son
América”, les respondí. Entonces entre que confirmas tu idea del nivel
de alienación que existe, pero también admiras la capacidad de
resistencia que algunos mantienen. He ido enamorándome de ciertas
contrapropuestas culturales. Ya tengo tremendos panas allá, muy buenos
amigos.
Ana Tijoux aprendió en la infancia que aquello que llama “la belleza
de los viajes” está sobre todo en las conversaciones que abren nuevas
miradas de sociedad. En Francia, donde nació (1977, Lille) y vivió hasta
su adolescencia debido al exilio impuesto a sus padres por la
dictadura, recuerda el intercambio cotidiano con niños de todas partes
del mundo. Incluso luego de mudarse a Santiago, a los 14 años, su
amistad con otros hijos de retornados la mantuvo vinculada a referencias
más amplias que las puramente locales. Habituarse tan tempranamente a
lo ancho que es el mundo motivó su primera composición conocida, “La
rosa de los vientos” (2003): “Soy una trotamundo / sin fijo rumbo, me
fundo / […] Una viajera sin paradero, sin nombre, sin carnet / un Ulises
sin tierra prometida / creado en mi propia Odisea moderna”.
Este
año, además de Estados Unidos, la cantautora tiene ya confirmados viajes
al menos a 10 países de Europa (entre ellos, y por primera vez, Bélgica
y Grecia) y, en noviembre, a Cuba. Su agenda de festivales
internacionales aparece estructurada hasta 2017.
Es bullente el
momento de mucha música chilena en el extranjero, pero incluso ese auge
tiene en Ana Tijoux un caso aparte, que debe medirse con otras varas. Su
prestigio ha desbordado los cauces del pop, extendiéndose a través de
centros de estudios latinoamericanos, grupos de activismo social, sedes
de intercambio cultural, y entre documentalistas, músicos y escritores
de un peso intimidante (de Iggy Pop a Naomi Klein han dicho admirar su
trabajo). Hay temas suyos en la serie
Breaking bad y en el
videojuego FIFA11. Un recorrido de ya cuatro álbumes propios, más cinco
en grupos (Makiza, Pulentos) y colaboraciones con discos ajenos la
tienen convertida en la pieza chilena más brillante de su generación,
identificable a la vez en los grandes mercados, los nuevos pulsos de
sonido urbano y en el sentir de una generación comprometida con luchas
como la de la educación pública y la igualdad entre géneros.
—De
Europa me invitaron a viajar seis meses. En Estados Unidos me pidieron
que me fuera a vivir un rato. Y me lo pienso, me dan ganas de
experimentar otras cosas, pero en realidad amo Chile, con todas sus
falencias y sus problemáticas. No me quiero exiliar. Quiero estar acá,
conocer mejor las regiones, que mis hijos vayan a la feria. Pero, sí,
tengo esa contradicción permanente.
Ana Tijoux volverá varias veces en la conversación sobre la
insalvable rapidez que ha tomado su rutina, y su esfuerzo por mantener
el control sobre un trabajo que quiere pautear con autonomía. Su hijo e
hija (de 11 y 3 años) y el hogar que ha construido con ellos son también
un factor de la ecuación del que habla con entusiasmo, y que sin duda
incide en sus decisiones profesionales. “Me encanta ser mamá… cosa que
jamás pensé. Me encanta lo casero. Armar vida con ellos. Pensar juntos.
Hemos logrado una dinámica que me llena y me representa. Todo lo que me
importa lo aplico en la intimidad del hogar. Por ejemplo, no tenemos
tele pero sí un proyector con internet. Entonces vemos
Kirikou,
La abuela grillo… Con mi hijo mayor somos fan de los videos de (el
comediante argentino Peter) Capusotto. Eso es algo que me aterriza. Sin
los niños, creo que estaría en una depre enorme. Veo gestos de humanidad
que me hacen decir: no está todo tan mal, está todo bien”.
Sacar la voz
“Uf, qué tiempo que no daba una entrevista”, suelta al sentarse
frente a la mesa; cara lavada, polera de Fela Kuti. Ni que lo diga.
Desde hace unos años, la autora es fuente esquiva para los grandes
medios en Chile. No hay declaraciones suyas recientes a diarios ni
revistas, y a los productores de televisión y radio se les ha vuelto
esperable que decline cualquier invitación.
¿Es que te incomoda la exposición?La verdad es
que muchas veces no he tenido nada que contar. Vivimos en un país tan
exitista que les encanta esto del reconocimiento afuera, la nominación,
que te “vaya bien”. Y yo me pregunto: ¿qué es que te vaya bien? ¿Qué
pasaría si yo la rompiera en, no sé, Bolivia? ¿Sería noticia? A los
Grammy he estado nominada ocho o nueve veces, pero ¿qué puedo decir
sobre eso? ¿“Gracias”? Sí, gracias, pero ¿qué más?
Es frecuente que, en el pop, la figura de un autor sea más conocida que su música. ¿Te asusta que te suceda?Cuando
me dicen: “Eres un referente”; pienso, uf, no sé si quiero ser un
referente. Mejor sé tú tu propio referente, porque yo también estoy
buscándome. Es raro cómo los humanos necesitamos iglesias, biblias,
coranes, gurúes. Me asusta, pero también entiendo que históricamente
hemos vivido en una sociedad en la que no se nos ha enseñado a armar un
colectivo desde nuestra identidad.
En la extraña dinámica a la que puede llevar la fama, Ana Tijoux
recibió hace poco una oferta curiosa. Una multitienda quiso usar su tema
“Antipatriarca” para un comercial. Es, por lejos, la canción más
incisiva del disco
Vengo (2014); un manifiesto feminista que
zanja en su primera estrofa: “No voy a ser la que obedece, porque mi
cuerpo me pertenece / yo decido de mi tiempo cómo quiero y dónde quiero /
Independiente yo nací, independiente decidí. / Yo no camino detrás de
ti”.
—Ahí es cuando piensas: no han entendido nada. Es como cuando te
dicen: “Me gusta lo que haces, aunque no escucho tu música”. Es
violento que te digan algo así. Es que no quieren escucharte, en el
fondo.
¿Te interesa que tu música incomode?Me interesa
tener opinión, y entiendo que eso tiene un costo. Asumo que tengo un
problema con la autoridad, en general. Me doy cuenta de que si eres
conocida van a querer cooptarte. Me gusta estar afirmada en un
pensamiento que llevo conmigo, y que aunque se ha ido afinando no ha
cambiado en su esencia. Por ejemplo, escribí “En paro” cuando tenía 19
años («milico, cuico, rico / que se llenan el bolsillo / mataron a la
gente, pero no mataron la idea / de crear un Frente Lírico directo a la
pelea»), y ahora la vuelvo a escuchar y me sorprendo: opino lo mismo.
Reafirmo mis palabras.
¿Le pones un nombre al frente desde el cual hablas y cantas?Me
cuesta sintetizarlo en una palabra porque me molestan las grandes
verdades. Incluso entre gente de izquierda me siento distante a los
grandes dogmas. Me sigo construyendo y cada día me enfrento también a
muchos errores míos. Por eso converso, leo; me pasa eso de sentirme
enamorada del pensamiento. A veces escucho a alguien y, ¡oh! “Qué
belleza tu cabeza. ¿La puedo cortar y llevármela?”, les digo.
La siguiente es una cita traducida del inglés: “Cada cantante mujer
debe competir en un juego infinito de provocación. Ahora nada es
suficiente y nada es demasiado. El objetivo es mostrarlo todo, fijando
siempre un nuevo desafío con una vara cada vez más alta: quién puede
mostrar más y más, quién puede lograr las contorsiones más extremas del
modo más acrobático, quién es la más deseable, y quién tiene la mayor
habilidad para anular la más bella feminidad y transformarla en algo y
no alguien”.
Es un párrafo extraído de un ensayo que hace dos años Ana Tijoux le
entregó al Walker Art Center de Minneapolis, y que está en la web de la
institución bajo el título
La cultura de la basura. Ana Tijoux on misogyny and pop music.
Es un texto feminista y anticapitalista que no se difundió en Chile. La
cantautora habla allí de los modelos femeninos ausentes de las
pantallas y las canciones, de la exigencia tiránica por una juventud
eterna, del potencial educativo que hoy tiene toda plataforma pública.
Muchas cantautoras y figuras se definen hoy como feministas. ¿Es un avance o te produce suspicacia?Sí,
¡todo el mundo es de pronto feminista! La palabra está tan manoseada
ahora que tienes que decir: “A ver, espera, ¿sabes realmente lo que
significa el feminismo?”. Lo que pasa ahora tiene que ver con la
velocidad del mercado, que es capaz de frivolizarlo todo, sin
profundizar en nada. De pronto es buena onda ser feminista y hasta
ponerse una polera con un puño en alto.
Eso es más bien mujerismo.Exactamente. Y no tiene nada que ver.
El feminismo obliga a revisarse, a cierta autocrítica sobre
cómo uno puede estar contribuyendo a un sistema que nos perjudica. ¿La
haces tú?Claro, porque uno también replica patrones
machistas sin querer. Los tienes tan arraigados, que crees que tu
función como mujer es ser siempre agradable, y buena onda, y jovial y
guapa… y no, po’. Entre otras cosas, creo que asumir el paso del tiempo
en tu cuerpo es parte de tu feminidad, por ejemplo. Y son cosas sobre
las cuales ya han escrito autoras maravillosas, a las que por supuesto
tienes que leer, pero también de las que hay que conversar con los
hijos, porque apenas comienzas a criar te das cuenta de cómo hasta en
las jugueterías se segregan los géneros: la dictadura del azul y del
rosado. En el cotidiano, por ahora yo puedo ir respondiendo sobre esto
de manera muy pequeña, y creo que se requerirán muchos años para tener
grandes respuestas que podamos aplicar. El machismo es muy fuerte
incluso entre mujeres.
Para una cantante, la presión por un determinado físico debe ser agobiante.Es
algo de todos los días, y te mentiría si te dijera que me da lo mismo.
Sales a la calle y todo lo que ves en los anuncios es un tipo de belleza
en el que no te reconoces. Dices: chuta, yo no tengo esas caderas ni
esos brazos ni ese pelo. Pero yo misma me corrijo: “Ana María, para”. Y
vuelvo a escuchar a Amparo Ochoa, a Totó la Momposina: ¡ésas son mujeres
hermosas! Si los medios de comunicación te dan sus ejemplos, entonces
tú también tienes la obligación de buscar los tuyos.
Partir de cero
Tratándose de ella, hoy parece difícil de creer, pero era el tipo de
cosas que hace no tanto tiempo podía sucederle a una cantautora
emergente enfrentada a las dificultades de la autogestión en Chile.
Sucedió hace diez años, cuando luego de componer un repertorio
convincente, reclutar una banda calificada, conseguir invitados de
renombre, arreglar las canciones casi a solas y grabarlas contra el
tiempo en un estudio pagado de su bolsillo, Ana Tijoux tuvo en las manos
un disco que no podía publicar.
Anita Tijoux presenta a Anita Tijoux, terminado en 2006, es
su álbum perdido, el símbolo de una atadura de contrato convertida en
nudo ciego, pero también el recordatorio de un tiempo de dificultades
del que hoy pocos saben, vinculado a equipos de trabajo imposibles y a
acuerdos que le fueron enseñando sobre la base del ensayo y error. Parte
de esas lecciones quedaron en su tema “Obstáculo” (2011): “Te apuntaron
con el dedo / querían verte con miedo / borrarte todos tus credos /
convertirte en enredo”.
—Es un período que me dejó claro lo que no
quería hacer. Hay cosas que no me interesan, que no quiero transar, y
que incluso si las hago las voy a hacer mal, entonces nos va a hacer
perder el tiempo a ti y a mí.
¿No puede llevar eso al extremo de ser desconfiada? Es
que tengo tan poco tiempo… el mundo va tan rápido, y tengo dos niños, y
los ensayos, el equipo, la productora, y a veces no puedo ni ir al
supermercado. No tengo tiempo que perder. Hay tanto en lo que me
gustaría profundizar. A veces siento ganas enormes de ir a la
universidad, de aprender más sobre determinados temas en los que me
faltan herramientas. Pero ¿a qué hora lo hago?
¿Crees haber sido ingenua en tus inicios?Totalmente.
Y no sólo ingenua, sino creo haberme desgastado de más tratando de
encajar. Si había un problema, yo pensaba: Es mi culpa, yo soy la
cuática, tengo que tratar de encajar; no ser tan yo. Y eso da pena.
Sientes que no sirves, que no lo haces bien. Pero el tiempo te enseña a
ser menos dura contigo misma.
“A veces, te levantas y te caes. / A veces, tienes que hacer contigo las paces”, es una de las rimas en el disco
Kaos (2007), su debut solista.
—Uno no puede disociar las propias fracturas emocionales de lo que
uno escribe y lo que uno es. Tengo súper claro que soy intensa, y parece
que fuese un problema. Sí, siento mucho. Durante mucho tiempo me sentía
culpable de sentir tanto, de que las cosas me dolieran o me dieran
rabia, pero creo que también muchos terminan acostumbrándose a
situaciones de violencia. Tiene que ver con un tema de mi familia, de mi
educación, pero hay cosas que yo no he normalizado. El 2006 yo también
mandé a mucha gente a la cresta, porque estaba rodeada de personas que
me decían: “Esto no te conviene, haz esto otro…”. Pero es parte del
crecimiento. Quizás me hubiese pasado lo mismo si fuese periodista o
académica o doctora. ¿Ha sido duro? Sí, es duro. Pero es duro en
cualquier oficio chileno en el cual está todo construido para
deshumanizarnos, para temerle al jefe, para aguantar y no perder la
pega.
Hace un par de semanas, Ana supo que textos de ocho de sus canciones
han sido incluidas en textos de educación escolar elaborados por el
Mineduc. “Son cosas que jamás me esperé y que hacen que todo cobre
sentido. Qué heavy cómo la música puede llegar a lugares inesperados,
pienso. Son cosas más grandes que uno. La historia dirá si uno fue como
las pelotas o fue un aporte, y eso no tiene que ver con premios ni con
competencia”.
¿Crees que hay un costo personal en dedicarse a la creación?No
quiero hacer una caricatura del artista atormentado, pero crear supone
una incomodidad, una desadaptación. Tanta gente que se declara
admiradora de Víctor Jara, de Violeta Parra… A veces me pregunto:
¿conocerán realmente su obra? Porque hacer ese tipo de arte duele.
Y suele pagarse con soledad.Pero uno se acompaña
con gente que está igual de sola que uno. Uno tiene amigos contados con
los dedos de una mano, pero valen un millón de kilates. Hay que
aprender a estar con uno, también. Yo estoy rodeada de libros y discos y
mis críos y amigos… y me siento muy plena con ese mundo.
Habiendo otros canales de expresión, ¿qué te sigue gustando de estar en la música?La
gran razón por la que me dediqué a esto es porque es uno de los pocos
espacios en los cuales me siento libre. La música, la composición, me
dan momentos que no consigo de ningún otro modo. Aunque sean dos
segundos, son momentos sublimes, orgásmicos… en los que me siento
flotando. Me llena el alma, y me ayuda a no ser tan pesimista. A veces
pasa algo que me da esperanza y que me hace pensar: quizás, quizás,
quizás…
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Nota: Dentro de pocos días la Universidad Libre - la desuniversidad feminista, antipatriarcal y pro común, inicia las lecturas compartidas y estudio del libro "Calibán y la bruja" de Silvia Federicci, la notable feminista que develó la persecusión a las mujeres de la Edad Media, que fueron acusadas de brujas por el miedo que infundía su nivel de conocimientos e importante rol en las formas de vida comunitaria de la época. Y como los poderosos necesitaban acabar con las comunidades, su blanco principal por eso fueron las mujeres, que eran quemadas para arrebatarle sus "poderes", que no eran mágicos, sino comunitarios y ancestrales. Bueno ... si. Tienes razón, toda la razón. Eran y son mágicos. Anita no es hermosa por sus rasgos, sino por la enorme energía que ṕroyecta su magia desde cada parte de su persona. Es como debe ser una verdadera bruja, una mezcla de energía, de arte y de amor, no a si misma ni a una sola persona, sino a todos y desde todos, pues el amor es flujo permanente y debemos desnudarnos de los paños hipócritas de esta sociedad de personas separadas, individualistas y en competencia, para sumergirnos en la magia del amor que cae siempre como lluvia de estrellas en las formas de vida compartida del común.
Entérese del estudio de las brujas y del común en el correo unlibre@gmail.com