martes, 28 de junio de 2016

Campeones! Fútbol, deporte y educación física en Valparaíso

Por Jaime Yovanovic Prieto
Director Departamento Social
Sindicato de Trabajadores de la Construcción


Valparaíso fue una potencia deportiva en los años 50 y 60, como recordamos los que hemos acumulado más de 60 años de vida y experiencias, es decir, nos referimos a los jubilados, abuelos y llamados tercera edad. En particular recordamos el básquetbol en que jugadores, entrenadores, árbitros, dirigentes, clubes, barras y familias llevamos este deporte al primer escalón nacional, digo llevamos porque toda mi familia fue basquebolista y pimponista, deporte en que mi madre, María Prieto llegó a obtener el campeonato nacional, en tanto mi padre, Juan Yovanovic, fue entrenador de la selección de baloncesto de Valparaíso que alcanzó el título de campeón nacional.

Mi padre fue profesor de entrenadores y formó el equipo de la Compañía Chilena de Tabacos llamado de los “gigantes”, pues se dedicó a preparar jóvenes muy altos aprovechando su cargo de director de Bienestar Social y Deportes en dicha compañía, algunos de los cuales se reunirán este 1o. de julio de 2016 para celebrar sus cien años de vida lleno de salud gracias a su permanente dedicación al deporte y a la vida sana, en tanto mi madre, ya fallecida por deterioro de su salud tras un accidente que le obligó a operarse de la cadera, formaba jugadoras y entrenadoras en el Liceo 3 de Playa Ancha desde su cargo de profesora de Educación Física mientras seguía estudiando Historia e Idiomas en la Universidad Católica del puerto, a donde llegó posteriormente mi padre a hacerse cargo del departamento de Deportes y Recreación de dicha universidad, de lo que recuerdo cuando adolescente, la realización del Carnaval de los estudiantes de las tres universidades locales de la época, a saber, la Católica, la Chile y la Santa María con carros alegóricos y comparsas.

Esa vida familiar inmersa en plena dinámica deportiva de un Valparaíso que se prestaba para ello, fue lo que me permitió conocer y vivir el deporte porteño por dentro y ser capitan del equipo de baloncesto del Colegio Salesiano, que entrenó un ex alumno que llegó a ser figura emblemática de este deporte, el “chico” Valenzuela, quien junto al “Polilla” Santana, formaron el duo maravilloso que conquistó los más altos galardones del deporte porteño con otra cantidad de destacados jugadores que provenían de las tres hornadas: los cerro, las colonias y las instituciones (como universidades, Liceo y la nombrada Chilena de Tabacos). En las colonias destacaban Unión Española, Sportiva Italiana, Árabe e Israelita, en tanto en los cerros destacaban Esperanza, Ramaditas y New Cruzaders del cerro Cordillera, aunque fueron más y sería largo de enumerar.

De esa manera pude apreciar que los torneos de fútbol y de básket llenaban canchas, gimnasios y estadios. Eran populares y en el fútbol las canchas de cerros se atiborraban de familias celebrando y terminando con un asado y unas frías o el consabido vinito revigorizante. Hoy día el deporte estimula la pasividad, ya que la profesionalización ha terminado favoreciendo el deporte espectáculo donde las estrellas son como caballos de carrera y nosotros los espectadores del circo romano.

Hay que decirlo claramente: la masividad de la práctica deportiva ha decaido enormemente en nuestra ciudad. Los clubes están de capa caida y se ven tristemente vacíos, en tanto las canchas de los cerros y los sitios pelados donde antes se jugaban las pichangas, están mustias y grises desarrollando maleza. En muchos cerros falta una cancha, aunque sea mínima. En la quebrada Santa Lucía de Cordillera, los vecinos me dijeron estar dispuestos a poner el hombro para hacer un espacio para que los niños jueguen “a la pelota”. En la quebrada Cabritería la cancha al pie de la escalera carmen está inutilizada por el derrumbe de una casa, de modo que estamos planificando un trabajo voluntario para limpiarla. Y así en diferentes cerros.

Pocos colegios o liceos prestan su espacio cuyas magníficas canchas pasan cerradas los fines de semana pudiendo estar llenas de niños, por lo que tendremos que ir a conversar con ellos, pero eso no basta, pues conversar una o dos personas con quienes pueden hacer algo, no es lo mismo que iniciar actividades desde las cuales ir a limpiar quebradas, despejar terrenos, hacer canchas, poner carteles, llamar a los niños y jóvenes y organizar campeonatos.

Eso nos dice que es mejor juntarnos los interesados de clubes, individuos, estudiantes, jubilados, etc. y elaborar un plan inicial sencillo de rescate del deporte en Valparaíso, como por ejemplo el campeonato de fútbol libre, donde se inscriban grupos, equipos, clubes, centros de estudiantes, sindicatos, etc. Habrá que hacerlo con ñeque, sin esperar fondos de ninguna parte, voluntario, por amor al arte y al deporte.

Lo segundo que podemos hacer es juntarnos algunos y comenzar a caminar uno o varios días por semana en horarios a combinar por el paseo costero, desde Bellavista hasta Barón ida y vuelta, para luego estirar hasta Portales y ahí vamos viendo.

Invitamos a los interesados a analizar y organizar juntos este plan sencillo de inicio de rescate del deporte en Valparaíso. Los días martes de 12 a 14h. estaremos en el Sindicato de Trabajadores de la Construcción, Blanco 1054, pero si tiene otros horarios o desea conversar más del asunto, escriba al correo valparaisando@gmail.com

Arriba el ánimo.
Valparaíso lo merece (y cada uno también)

Jaime Yovanovic Prieto
valparaisando@gmail.com

lunes, 27 de junio de 2016

El discreto cambio funcional del poder


Jaime Yovanovic tras charla con estudiantes de la PUCV
Por Jaime Yovanovic (Profesor J)

El patriarcado nació como expresión del poder social de los señores patriarcas. El poder social es la exclusividad de las unidades productivas y sus apéndices de las unidades reproductivas, por lo tanto es poder que se ejerce sobre las posibilidades concretas de acceso a los cuerpos y alimentos que se concentran en manos señoriales tras el inicio del proceso de domesticación de la naturaleza mediante la agricultura y la ganadería. Marx estudia este proceso en profundidad creyendo sinceramente que era el proceso que seguía la humanidad, pero después de estudiar la experiencia de la Comuna de París, el año 1872, profundiza sus estudios sobre las experiencias que no habían seguido dicho proceso civilizatorio que finalmente se impone a sangre y fuego en todo el planeta. Se trata de una ruptura chocante con los “modelos” estudiados de formaciones económico-sociales de los modos de producción esclavista, feudal y capitalista, de modo que la llamó modo de producción primitivo usando varias nominaciones para ello, llegando a llamarlo “oriental”, dentro del cual incluía los modelos “descubiertos” en nuestro continente Abya Yala, oriente y aún en las comunidades campesinas rusas. Las corrientes posteriores que tergiversan el pensamiento de Marx por el apetito de poder, llamadas “marxistas” en franca oposición al teórico, que se opuso tajantemente a la intención de transformar sus ideas e interpretaciones en una metodología o paradigma (que equivale a dogma o receta), siguen tratando de manera colonial, prepotente, discriminadora y genocida a las experiencias que escaparon al ciclo esclavista-feudal-capitalista y que fueron dominadas por éste en su expansión.

El poder social de los patriarcas fue puesto en cuestión por las fugas de las mujeres, esclavos y núcleos afectivos completos que escapaban en todas partes y poblaban otros lugares de difícil acceso para dar continuidad a las formas de vida comunitaria, de modo que los patriarcas, que competían entre si, debieron unirse, dando comienzo a la clase y al ejercicio del poder como clase, surgiendo así el poder político. Los mejores ejemplos de este cambio son las leyes del código de Hammurabi que, entre otras señalan que el esclavo fugado debe ser devuelto a su anterior propietario, dado que los señores se apoderaban del que encontraban-capturaban, sin indagar su “origen”, lo que generaba pleitos de padre y señor mío. Así el “acuerdo” entre toros que no se dan cornadas, se instala como ley para todos los señores y chupamedias de la comarca, Así nace la clase, el poder político y su apéndice legislativo que instala normas obligatorias aún antes de la existencia del poder público organizado, bastando el poder político y su aparato militar para imponerlo. Al mismo tiempo surge la ideología, que inicialmente tiene carácter religioso, ya que había que justificar el poder señorial con un ser invisible todopoderoso macho, barbudo y sentado en un trono.

Los antiguos consejos de ancianos, que contaban también con las ancianas dado el papel relevante de la mujer, fueron sustituidos por los consejos de patriarcas, que se rodean posteriormente de funcionarios, cobradores de impuestos y tropas profesionales, es decir con paga de especies (botín) y cuerpos (mujeres principalmente), evitando cuidadosamente otorgarles tierras o ganados, salvo lo necesario para las orgías, en lo que Marx y Engels llamaron la fase militar o armada del poder político, que al complejizarse, dio paso al poder público, el estado, instrumento mediante el cual la clase dominante ejerce su poder político, de clase, aunque hasta el día de hoy siguen coexistiendo formas de poder social y político dentro de cada uno de los estados.

Los poderes políticos y armados (forma de la política) se enfrentaron entre si en la época por ejemplo de la Edad Media para disputar o compartir el poder público, como también en la puja Farc-ejército colombiano, finalizando ambos con diversas formas de adaptación de sus intereses, que en la época actual de fin de las clases por haberse reducido a su mínima expresión la producción de plusvalía, se ha transformado en una contradicción de los grandes propietarios de medios de producción y los altos funcionarios políticos incrustrados en el poder público, ambos contra el resto de la población de cada estado o región y global. Por ello no hace falta ser anti-capitalista ni anti-estado, ya que ellos son anti-nosotros, en tanto somos partidarios del común, sin ismo, o, como dicen los zapatistas, para todos todo y para nosotros nada

En la edad media tenemos el ejemplo inglés del reparto de las funciones del poder público en tres aparatos, el ejecutivo, legislativo y judicial, el primero de la oligarquía monárquico-feudal, el segundo de la burguesía capitalista y el tercero independiente para ser compartido, ya que se impuso por acuerdo el derecho común que expresa las relaciones sociales y políticas predominantes, así cada uno disputa en el terreno social las formas relacionales pertinentes para influir en los jueces. El francés baron de Montesquieu, encantado con el astuto reparto, levanta para su país la teoría de los tres poderes, que no son poderes, sino funciones del poder público que expresa el predominio del poder político de cada sector o de ambos en connivencia contra el enemigo de ambos: las clases bajas y el gran enemigo histórico del poder: el común, que con su ejempo de vida preconiza el fin de las clases y de las disputas políticas, como detalla Silvia Federicci en “Calibán y la bruja” con tal profusión de medios documentales que nadie ha podido contradecirla, quedando sólo el expediente de invisibilizarla y es tarea nuestra, de todos nosotros, sacar a la luz dicha recopilación de documentos.

La forma de los tres poderes de Montesquieu consiguió satisfacer las necesidades de la intelectualidad “revolucionaria” francesa como Voltaire, Diderot y otros, que terminaron imponiéndose a la propuesta de Rousseau de la no representación para el ejercicio de la democracia directa. El parlamento de la Asamblea francesa es la mejor prueba de ello, pues allí los jacobinos sentados a la izquierda y los gerondinos a la derecha, discutían y negociaban el poder público.

Así el parlamento es hoy día la función que ha tenido más modificaciones, pues de legislativo ha pasado a tumbar gobiernos, como en Brasil y cada día se refuerza su accionar, como podemos ver en las elecciones españolas, en Grecia y otros lugares. En Argentina la oposición kirchnerista e izquierdista pretende hacerse fuerte en el terreno parlamentario, sin embargo Macri ya está previendo la situación lanzando voladores de luces, salvavidas, collares de perlas y espejitos a diferentes parlamentarios para atraerlos. En Venezuela ya se ha comenzando a vislumbrar un posible “proceso de mediación” entre izquierda en el ejecutivo y derecha en al parlamento, mientras en Perú la mayoría fujimorista encontrará los modos de aliarse con el gobierno que empuja a la viceversa: descubrir como trabajar con los seguidores de Fujimori.

En Chile se ha ampliado el parlamento y la noticia informa que serán necesarios al menos 15 mil millones de pesos anuales para financiar la aventura, mientras el salario mínimo es aumentado con cuentagotas y las pensiones se rebajan y los precios suben.

Habrá que prestar más atención al despliegue del protagonismo del común desde abajo en las experiencias de los municipios autónomos en casi todos los estados mexicanos, en el funcionamiento del confederalismo democrático kurdo en el norte de Siria y su propuesta para todo el país balcanizado por la guerrra, en el debate entre los tuaregs amazigh de Libia, Argelia y Mali, en los avances de la autonomía comunitaria de los pueblos nasa, emberá y afrodescendientes en Colombia, en los mapuche pacifistas de la Alianza Territorial Mapuche, en los pueblos ashuar de Perú y Ecuador, en la coordinadora de los 23 pueblos indígenas de Venezuela y tantas otras experiencias que vienen desde abajo reivindicando las formas de vida del cambio civilizatorio, y desde allí observar los posibles cambios y propuestas para los modos de construir una democracia que interprete a las mayorías, desde ellos mismos. Otro mundo ya no es posible, sino que ya está siendo construido sobre la base del común.

Los que se dedican a cambiar o mejorar parlamentos o constituciones están haciendo el servicio a la continuidad del poder y de la destrucción del planeta por el extractivismo de la alianza empresas-estados. Los cambios están acá bajo, en la gran familia de cada barrio y en las formas de vida comunitaria. De allí saldrán nuevas formas de rescatar la democracia y ordenar entre todos los asuntos públicos, pero primero aprendamos a administrar el barrio entre nosotros mismos.

Por eso, en Valparaíso, nuestra propuesta más que formar parte de la administración de los asuntos comunales, es la de continuar profundizando el trabajo con vecinos para la construcción de huertas, juegos de niños, reciclaje, salud comunitaria y reforzamiento escolar, así como la elaboración de diagnósticos en cerros y quebradas para el Plan Regulador alternativo, sembrando en pos de la gran familia del barrio y el protagonismo vecinal sin partidos políticos.

Jaime Yovanovic Prieto

Director del Departamento Social del Sindicato de Trabajadores de la Construcción de Valparaíso.

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domingo, 19 de junio de 2016

El poder y las posturas constitucionales en Chile

Jaime Yovanovic en el puerto
Por Jaime Yovanovic Prieto

Construir el edificio desde los cimientos, luego las paredes y los pisos, para finalmente poner un techo.
Primero hay que cambiar el barrio, luego el municipio y finalmente la región. Cada región se ajusta a sus necesidades, posibilidades y modos de vida de la población. Eso es descentralización, el resto es paja.

No queremos rompecabezas o crucigramas para armar, queremos tomar pinceles, acuarelas y corazones para pintarnos un nuevo modo de vivir. Pero los cultos inteligentes no nos dejan, sino que se nos atraviesan en el camino para que los escuchemos o los sigamos. Se niegan a aplicar sus esquemas y propuestas en el mundo de la vida con sus vecinos. Demuestren que sus propuestas son lindas y maravillosas. Háganlas en su barrio y veremos como sale. Si vemos que ahí se puede cambiar el mundo, generar circuitos de afectos, energías y buenas vibras, entonces lo veremos, lo estudiaremos y tal vez probemos en nuestro barrio. Demuestre que usted sabe vivir como quiere que vivamos todos. Pero no anden revoloteando alrededor meneando la cartera como puta ni nos digan lo caperuzos que son para manejar la máquina. Entiendan de una vez que no queremos decidir “quien” nos gobierna, sino que queremos gobernarnos entre nosotros mismos los vecinos en cada barrio y luego iremos viendo. Y vamos a respetar cada artículo y versículo de las leyes, no caeremos en vuestras propuestas provocativas de salir a tirar piedras o quemar edificios con gente adentro. Es muy complicado que entiendas eso?
O será que no te gusta y quieres sentarte en algún sillón allá arriba como un rey o una princesa? Te importa un cuesco la gente? Bueno, a mi no, yo sigo. Cada uno por su lado y que no vengan los mentirosos, incautos o camuflados a decir “Oye, hay que hacer unidad”.
Escuchen bien, partidos, corrientes, ideologías, orgánicas, estructuras y políticos: Con ustedes, ni a misa.

Por Jaime Yovanovic Prieto
Abogado
Especialista en derecho constitucional y municipal.


Todavía cumple un papel determinante en Chile la constitución elaborada en tiempos del autoritarismo más duro posible, y las necesidades actuales del estado para asegurar un mínimo de estabilidad y cohesión, han llegado a un punto de reconocer que estamos mal, con cierto atraso, pero a confesión de parte, relevo de pruebas, hoy la constitución pinochetista no sirve y hay que hacer otra. La pregunta es si alguna vez sirvió y para qué.

Para los gobiernos de la partidocracia pos-dictadura fue un eficiente instrumento para el desarrollo de las grandes empresas destructoras del medio ambiente, una adaptación progresiva de las propuestas del jefe de los economistas del gobierno Clinton, ex presidente de la Reserva Federal (Banco Central) y vice-presidente del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, que decretó el fin  del modelo neoliberal para abrir camino al modelo más actualizado de una nueva institucionalidad, que llamó de neo-institucionalismo, que daba por superado el modelo estatista del welfare state y el de libre mercado del neoliberalismo, en que ahora se trata de hacer una santa alianza entre el estado y el mercado, que ninguno de los dos asuma un rol preponderante, sino que se entrecrucen y retroalimenten de tal manera que poco a poco ambos se adecúan a los nuevos tiempos de ataque salvaje a la naturaleza, a la salud, a los alimentos, con la incorporación de cada vez menores porcentajes de la capa de funcionarios, tecnólogos, telemáticos, etc. para apretar los botones que requiere el actual proceso destrutivo de reproducción y acumulación de ganancias.

Ya es vox populis que pocos ricos siguen ascendiendo en el escalafón de super-ultra-millonarios, como también es de conocimiento general que los marginados son cada vez más y se amontonan en las ciudades, especialmente en las periferias donde se circula la droga y el narco para darle cara legal o máscara ciudadana a la militarización de esas périferias y las fronteras mundiales. No necesitamos hablar de la crisis mundial de guerras, destrucción de la madre tierra y de la caida vertiginosa del mercado de materias primas, así como de los partidos en todas partes.

El estado chileno ha ido experimentando lo que podemos comparar con los porteros de hotel que abren y sostienen las puertas para que entren los usuarios, abriendo las puertas de todas las regiones del país con sus funcionarios que hacen de porteros para que se adentren las empresas a los territorios y ahora que se acabó la bonanza del boom de las exportaciones de commodities y entramos al período de las vacas flacas, hay que reformular las reglas del juego y re-colocar a los peones, ya que algunos como los mapuche, rechazan las formas políticas, aún de los que queman camiones, que evidentemente son politizados por corrientes ajenas a la cosmovisión, o como los de Aysén, que sólo fueron domesticados abriendo el parlamento para uno de ellos, o de los estudiantes universitarios, que también fueron contenidos colocando tres de ellos en el susodicho parlamento, con lo que va quedando claro que las dinámicas de partidos o de grupos ideológicos que aspiran al poder o a destruirlo cumplen la noble función de acabar con las dinámicas sociales e incorporarlas a la máquina, o aún quienes desean destruirlo para que se expanda la libertad individual que arrojará a unos contra los otros.

De allí que todos se van posicionando en la cohesión institucional, aún los que se dicen críticos del sistema, dejando de lado la cohesión humana, vecinal o comunitaria, o sea, la política sigue siendo el mismo perro con diferente collar, del síganme los buenos del Chapulín. Para darle gusto a todas las corrientes el gobierno de turno va a organizar cabildos ciudadanos donde podrán venir todas las propuestas, ideologías y quien quiera y ya todos ellos afilan estacas para llevar a esa jaula sus iluminadas ideas, cada uno con vocación de faro luminoso.

Mientras tanto los grupos anarquistas, rebeldes y “los que luchan” se meten en los movimientos para evitar que sea el mundo de la  vida y los encuentros de vecinos en torno a sus necesidades concretas lo que determine los pasos a seguir. Le tienen todos un miedo pánico a que los vecinos tomen el barrio en sus manos y digan como hay que funcionar, no, eso no es posible, sólo tienen que salir a marchar y a “luchar” cuando lo digan las vanguardias, o sea, la política nuevamente, con lo que impiden que la gente mire con sus propios ojos y utilice para su vida las ciencias, al arte y el despliegue del amor.

Sin embargo, si miramos las cosas por fuera de la política, podemos ver directamente lo que nos rodea y desarrollar un mundo de la vida más compartido en cada barrio. Oh! No! Dicen nuevamente las vanguardias y todos los partidos, que necesitan a la gente separada para así ser ellos los salvadores de la patria, por lo que todos ellos necesitan un estado centralizado desde donde irradiar la luz de la verdad y las normas de comportamiento. Con esto podemos pasar al tema de los principios de una nueva constitución, para finalmente una reflexión acera de como llevarla a cabo.

Estos “principios” no son propuestas a seguir o metas a alcanzar, sino solamente un ejercicio racional que demuestra que por fuera de la política podemos hacer muchas cosas:

PRINCIPIOS DE UNA NUEVA FORMA DE PACTO SOCIAL

1. DESCENTRALIZACIÓN Y CONFEDERALISMO
    Cada territorio determina sus límites acorde a la decisión de las comunas y organiza sus modos de administración de los asuntos de todos, incluyendo los recursos obtenidos por la exportación, como el cobre o los puertos.

     Las finanzas de cada región se organizan de tal modo que no se produzca acumulación en pocas manos, utilizando lo que se necesita y asegurando un sobrante que va a hacia las regiones de menos producción o a un fondo común administrado por delegados comunales rotativos.   

     Los organismo estatales pasan a depender del consejo regional.


2. FIN DE LA POLÍTICA Y DE LOS PARTIDOS
    Los vecinos de cada barrio escogen de entre ellos o por conjunto de barrios a los miembros del concejo municipal, y el alcalde es rotativo entre los concejales, teniendo sólo la función de coordinador del concejo, órgano ejecutivo y legislativo, en tanto el segundo alcalde, también rotativo, cumple la función de administrador de los funcionarios definiendo con ellos las características de cada trabajo.

     El gobierno regional se constituye de entre los concejales municipales y también es rotativo. La Confederación de territorios cumple las funciones internacionales que requiere la ONU y no constituye pactos ni acuerdos que vayan en contra del equilibrio y la paz entre naciones.

     Las fuerza armadas, carabineros y policía civil tienen su jefatura máxima en cada territorio, pudiendo coordinar esfuerzos en caso de catástrofes y se subordinan al gobierno regional de cada territorio que determina las formas de coordinación con otros territorios. Los soldados y suboficiales deben ser habitantes de cada territorio y entre ellos se eligen los oficiales según el profesionalismo y la vocación de servivio comunitario.

     La educación y la salud son tareas municipales y las universidades son de carácter regional y deben aceptar a los estudiantes sin evaluación, de modo tal que ningún universitario deba emigrar de su territorio a menos que lo desee.

PRINCIPIO DE LA PROPIEDAD

     La propiedad privada existe acorde a su función, no al hecho de su titularidad, por lo que no puede producir lucro, así como la vida privada no puede ser afectada por la vida común, que al practicar formas de vida compartida, aspira a generar nuevos valores de respeto, reciprocidad y amor. No interesa si una comuna desea desarrollar más comercio de acumulación o menos, siempre que respete las decisiones vecinales de las otras comunas.

    Las fábricas y empresas tienen sus libros de ingreso y gastos abiertos a sus trabajadores, de modo que los salarios sean determinados en conjunto, asegurando que los vecinos del emprendimiento productivo y el concejo municipal puedan participar en las decisiones de los tipos y volúmenes de producción, así como en todo lo que pueda afectar a la salud y la alimentación de los trabajadores y de la población.

Hasta aquí algunos de los principios constitucionales que pueden debatirse desde una óptica distante de la política. Veamos ahora algunas modalidades de avanzar no hacia esos principios, sino a otros, ya que la experiencia de ampliación democrática de abajo, desde los barrios, irá puliendo no estas ideas, sino produciendo otras, por lo que estos principios ni tan siquiera son una propuesta, sino un  ejemplo de lo que se puede hacer, que puede ser muy distinto. Así, saliendo del debate conceptual, veamos como nos estamos planteando actos prácticos para que los vecinos modelen su entorno inmediato y la comuna.

En Valparaíso comenzamos en primer lugar rechazando el debate constitucional que viene desde arriba y en el cual se están incorporando los partidos y las corrientes ideológicas, en vez de ello vamos a dar un paso en pos de la democracia comunitaria, es decir, construir modos práctico-vivenciales de participación vecinal elaborando y sistematizando su propio modo de pensar según las realidades y necesidades de cada barrio, cerro o quebrada.


Jaime Yovanovic Prieto 
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lunes, 13 de junio de 2016

¿Qué es el amor? ¿Un sentimiento o un flujo?

Por Jaime Yovanovic Prieto

Existen dos nociones del amor, una dice que está en la persona y puede repartir o entregar a otra, como quien transfiere una cosa. Así doy amor a quien quiero o a quien creo que lo merece. En ese caso parece como una necesidad, lo que llena las casas de personas solas de animales de todo tipo, pues los animales entregan a quien les da, aunque algunos se preguntan si es amor o si es cariño, y así vamos categorizando o clasificando los sentimientos en escala de intensidad. Si acariciamos al gato, éste ronronea, vibra, pues diríamos que su circulación de endorfinas está en un elevado nivel, lo que no sucede en el caso del humano, pues estamos habituados a cerrarnos y abrirnos según el caso. Una chica preciosa o un guapo mozo, producen hormonas que al circular estimulan a la aproximación y contacto de los cuerpos. Podemos pensar en ello y analizarlo extrayendo diferentes conclusiones antes de continuar.

Algunos con una conciencia de ello, abren sus poros y se les ve entregando y recibiendo amor o flujos positivos todo el día y en todo lugar. Irradian, brillan, hablan con los ojos, informan que están abiertos y que al estar cerca de ellos uno se sentirá acompañado, comprendido, apoyado, enriquecido. Eso se ve en muchos ancianos y ancianas, en especial si han aprendido que al abrir y brillar, reciben a cambio miradas y brillos que alimentan. Finalmente vamos comprendiendo que el amor es flujo, no una posesión que se entrega o se recibe, sino que va y viene, atraviesa cuerpos y sensaciones, a la vez produce cuerpos y sensaciones, modela, modifica, actúa, alimenta, no sólo los sentimientos y sensaciones, sino también la psique, la personalidad, los gestos y comportamientos, de modo que el cuerpo se forma tanto por medio de actos de voluntad (como el levantador de pesas) o actos inconscientes, como el que va inclinando el cuerpo debido a las tristezas, preocupaciones, etc. y se le nota en el andar.

Al cruzarnos con otras personas en esta sociedad de vorágine, velocidad y angustias, casi no las vemos. El humano se nos va borrando de la mente y aún de las sensaciones, salvo, obviamente, si se nos cruza aquel o aquella que nos va a revolucionar las hormonas, con lo que parecemos trastocados, transmutados, casi como dirigidos. Se va perdiendo el sentido de comunidad y el flujo del amor, como se pierde el contacto del celular en el metro o en un tunel.

El amor es un modo de ser, pero el modo de ser se constituye según la forma en que nos hemos relacionado. Por ejemplo si hemos pasado la vida soñando con tener mucho dinero, por lógica hemos ido descartando lo que nos impide alcanzar dicho objetivo. Pero ese afán de tener dinero u otra cosa, no nace por si solo, sino que es incorporado en la escala de valores y prioridades por el medio en que vivimos, los incentivos, el placer que produce algo, como los perfumes o agua de colonia que ofrece la TV con las mansas minas o los mansos minos. Al ver ese espécimen humano deseable, por esencia nos va a circular el flujo hormonal y las endorfinas van a correr como locas desde el hipotálamo o de donde sea, lo que va a empujarnos desde dentro a desear estar en esa posición, a ser o sentir como ellos o con ellos. De ahí a adquirir el perfume aquel, no hay más que un paso, que tendrá que competir con el deseo de tener el último Iphone o superintercomunicador inalámbrico que ronroneará como el gato y nos hará idem.

Parece sorprendente tener que decir que las redes sociales y el guatsáp nos están distanciando aún más, y en el féisbuc ahora tienen monitos y caritas que “expresan” sentimientos, que no llegarán mediante el flujo natural que mueve energías vitales y entrecruza los cuerpos, sino que llegará sólo la información de que está “enojado” o “sorprendido”, lo que será recibido apenas por nuestra mente, evitando que la energía de las ondas sonoras acaricien nuestro cuerpo y penetren por cada uno de nuestros poros como el viento o el olor del campo o de la huerta.

Si los sentimientos y flujos energéticos dependen del medio en que nos formamos, esta sociedad de personas separadas y en competencia nos está matando. Necesitamos recuperar o reconstruir el contexto del amor, por donde puedan fluir y circular los afectos y los instintos. Necesitamos espacios de vida y cotidianeidad en que podamos compartir, mirarnos, hablarnos, disfrutar, educarnos y formarnos de modo diferente y eso lo podemos lograr en cada barrio y en la actividad social del mundo del trabajo o estudio. La gran familia del barrio es el contexto donde podemos practicar el amor, los flujos y el hacer conjunto. También la acción mancomunada horizontal de sindicatos, asociaciones, trabajadores y estudiantes.

Eso es lo que estamos tratando de descubrir y aprender en diferentes cerros y quebradas de Valparaíso, así como en el departamento social del Sindicato de Trabajadores de la Construcción y otras formas asociativas.

Ponga su granito de arena. Vea en nuestro féisbuc el programa de actividades de esta semana del 13 al 18 de junio.

Jaime Yovanovic Prieto
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miércoles, 1 de junio de 2016

Para entender, estudiar y cambiar Valparaíso: geografía, territorio y formas de vida

Cosificación y extractivismo: elementos para la discusión Por Pablo Dávalos http://clajadep.lahaine.org

En el capitalismo, el discurso económico tiende a transferir a los objetos propiedades que pertenecen a los seres humanos. La constatación más evidente de ello está en el concepto de “capital”. En ese concepto, la referencia inmediata es a los objetos, como máquinas, tecnologías, o dinero, pero nunca se visualiza a los seres humanos y, peor aún, a los procesos históricos que los subyacen. Se considera a una máquina, una tecnología o una cantidad de dinero como capital prescindiendo de los seres humanos que son parte fundamental de su existencia.
Marx había identificado a ese fenómeno como alienación o fetichismo de la mercancía, y el filósofo G. Luckács identificaría a ambos como reificación (también lo denominaba: “objetivación fantasmal”). La cosificación, o reificación, da cuenta de un fenómeno paradójico: los seres humanos crean al mundo, pero éste no les pertenece. Así, la realidad se les aparece como algo extraño y por fuera de sus propias condiciones y su propia historia. En el fetichismo mercantil, los seres humanos otorgan a las mercancías poderes taumatúrgicos sobre su propia realidad. Los luditas, por ejemplo, veían en las máquinas la explicación de su desempleo, no en las relaciones históricas generadas desde el capitalismo.
La cosificación y el fetichismo configuran una especie de ontología del capitalismo en la cual la existencia de lo Real está en los objetos, no en los seres humanos. Los seres humanos deben apelar a los objetos para demandar presencia ontológica, es decir, para reclamar existencia y reconocimiento. Un ser humano sin objetos que atestigüen y certifiquen esa existencia, se convierte en un ser humano por fuera de toda posibilidad de reconocimiento social. Es un paria del sistema. En el capitalismo, para ser es necesario tener. En inglés el término “looser” se ha convertido en la expresión que designa esta subordinación de lo humano en los objetos, un término, además, con una fuerte carga peyorativa. De esta forma, la mirada que los seres humanos tenemos sobre nuestra propia realidad, es una mirada alienada, cosificada.
Ahora bien, contradictoriamente es esta misma mirada alienada y cosificada la que consta como sustrato analítico, teórico y epistemológico cuando se estudia a los territorios y la desposesión en el discurso crítico del extractivismo y de la economía ecológica.
En efecto, en el discurso crítico sobre el extractivismo los territorios aparecen de la misma forma que aparece la noción del capital en la economía: como un objeto externo y alienado a los seres humanos; como un objeto sin historia ni referencias sociales. La mirada alienada produce una cesura radical entre el territorio, al cual lo convierte en objeto del deseo de la codicia del capital, y los seres humanos, que se transforman en víctimas de esa codicia y que son expulsados de ese territorio. Así, el discurso crítico del extractivismo parte de una constatación evidente, pero constituida desde la alienación y el fetichismo.
Marx advertía que el capital no es una cosa sino una relación social mediada por sus condiciones históricas concretas. De la misma manera para el territorio, este no es un objeto del deseo, es una relación social y, añadiría, simbólica, mediada por esas relaciones sociales, históricas y simbólicas. Cuando la mirada cosificada se posa sobre un fenómeno histórico tiende a replicar las cesuras provocadas desde el poder.
Eso es lo que sucede con la mirada cosificada del discurso crítico sobre el extractivismo. El territorio se convierte en objeto sobre el cual se ejerce la violencia de la acumulación del capitalismo. El discurso sobre el extractivismo, cuando opera desde la cosificación, mira a los territorios como objetos desprovistos de toda relación social y toda significación simbólica. En tanto objetos, los territorios se vinculan a las estrategias de la acumulación como mercancías y sometidas a los mismos procesos que cualquier otra mercancía.
La descripción del proceso de desposesión de los territorios realizado por el discurso crítico sobre el extractivismo no deja de corresponder a la realidad de la violencia de la acumulación, pero no por eso deja de ser un discurso alienado; de la misma forma que el discurso económico que considera a las máquinas, la tecnología o el dinero, como formas de capital y como mecanismos de ahorro-inversión, si bien da cuenta de los procesos de inversión y rentabilidad del capital, no por ello deja de ser una mirada cosificada.
Desde esa visión cosificada, el extractivismo aparece como actividad económica concreta que opera sobre recursos económicos, asimismo, concretos. Así, extractivismo es, valga la tautología, extraer renta de recursos naturales, en especial, mineros, hidrocarburíferos, biodiversidad, agronegocios, entre otros, a través de mecanismos de circulación capitalista global, sobre territorios determinados y, al mismo tiempo, la expulsión de los habitantes de esos territorios por medio de la violencia.
En esta visión cosificada, la relación entre territorios, extracción, renta, despojo, y circulación del capital, se convierte en una relación lineal causa-efecto, y se pierde toda consideración histórica, social y simbólica del territorio, amén de la dialéctica entre dominación y resistencia. El discurso crítico sobre el extractivismo añade las dimensiones sociales y simbólicas de los territorios, por fuera de las dinámicas del extractivismo, porque en realidad lo considera como una actividad concreta de extracción o, utilizando un extraño neologismo que proviene de E. Gudynas: “extrahección”, es decir: “extracción con violencia”.
Sin embargo, los territorios son producciones humanas. Son tan objetos como podría ser una máquina o una tecnología determinada, que fuera de su contexto social pierde toda significación. Aquello que explica al territorio es su contenido humano. El territorio, por tanto, no es una cosa, no es un objeto por fuera de esas relaciones humanas. No es un contexto geográfico en el que consten determinados recursos y sobre el cual se despliega la historia humana. El territorio es más que eso. Es una trama humana, condensada en su historia, y es esa trama la que crea y re-crea a los territorios, la que les da su significación y proyección en la sociedad.
Si esto es así, los territorios se crean y re-crean constantemente, y van más allá de cualquier referencia geográfica concreta. Los seres humanos producen los territorios y estos a su vez inciden sobre los seres humanos. Se produce una especie de simbiosis, de relación de complementariedad, de reciprocidad. Para los pueblos indígenas, por ejemplo, es tan importante la relación con los territorios que estos forman parte de su propia ontología política. En esa creación y re-creación de los territorios, las dimensiones que emergen son múltiples, en especial aquellas que se determinan desde lo simbólico.
De los territorios con referencias espaciales específicas y que tienen características geográficas concretas y que se han constituido a lo largo del tiempo, los seres humanos también han creado territorios totalmente simbólicos y que no constan en ninguna geografía específica. Son territorios virtuales. Quizá no tengan las características específicas de un territorio físico y geográfico, pero eso no quita el hecho de que sean producciones humanas y que compartan aquellas significaciones fundamentales de todo territorio: espacios de vida, identidad, convivencia, referencia, e historia.
Los territorios son una expresión más de la realidad humana. Forman parte de esa realidad histórica y social. De la misma forma que la riqueza es creada desde las posibilidades humanas, los territorios, físicos o virtuales, entran en esa compleja y contradictoria realidad de lo humano como creaciones concretas del mundo humano. Así, una máquina, o una tecnología, o una cantidad de dinero, se convierten en capital cuando alteran el entramado histórico y social al cual pertenecen, no son capital en sí mismas, su condición de ser capital nace ya condicionada por ese entramado histórico desde el cual han sido creadas; de esta misma manera, un territorio, físico o virtual, siempre hace referencia a ese entramado histórico y social y a las interacciones que desde él se generan. Intervenir sobre un territorio es intervenir sobre la complejidad y la totalidad humano-social de la historia. Es alterar las significaciones que se han construido desde esos territorios y que dan sentido a la vida humana.
Ahora bien, la violencia del capitalismo, como violencia fundamental y radical, tiende a separar a los seres humanos de su propia historia. La forma mercancía emerge y se constituye, precisamente, desde esa violencia fundamental. De la misma manera que se separa al productor de su producto, también se separa a los seres humanos de sus territorios, y se convierte a los territorios en ob-jetos (ob: fuera de sí; jetos: lanzar, arrojar).
En el capitalismo, lo Real en cuanto realidad se convierte en ob-jeto; es decir, en algo que está fuera de los seres humanos, en algo que no les pertenece, en algo con lo cual los seres humanos no se identifican. Así, lo Real se cosifica. Al cosificarse se separa radicalmente de los seres humanos y de la creación de su propia realidad y se presenta como algo extraño a ellos. Los seres humanos crean la riqueza social a través de la producción pero también crean y re-crean a los territorios como espacios simbólicos, independientemente de su realidad geográfica o física, pero la separación radical que produce la violencia del capitalismo los hace aparecer como estructuras cosificadas de Lo Real. Los seres humanos se crean a sí mismos a través de las cosas, pero no ven esas relaciones sociales que se tejen detrás de las cosas. Proceden de la misma manera con respecto a su territorialidad. Los territorios dejan de ser esa producción humana para convertirse en objetos; en evidencias físicas y objetivas, en realidades externas a la historia humana. En fuente de aprovisionamiento, escenario, o vertedero de desechos.
Mas el proceso de separación entre los seres humanos y su propia realidad tiene en la teoría, especialmente en la ciencia moderna, un discurso que lo sanciona y legitima socialmente. La ciencia moderna es un elemento clave para la cosificación del mundo. Quizá el mejor ejemplo de cómo un discurso científico sanciona y legitima la cosificación de lo Real esté en la economía. En efecto, como discursividad, la economía no pretende ni descubrir, ni esclarecer los mecanismos de la cosificación del mundo. Más bien al contrario, la economía los encubre y los recubre de un manto de legitimidad social e histórica. Quizá el mejor ejemplo de ello sea el discurso económico sobre los salarios.
En efecto, la economía pretende explicar el comportamiento de los salarios con categorías teóricas que no son económicas sino demográficas (por ejemplo el concepto ricardiano de los “bienes salario”), porque no existe ninguna posibilidad teórica de definir un valor para el salario, y eso por una razón epistemológica fuerte: no hay ninguna ley del valor, al interior del discurso económico, que explique el precio del salario (peor aún la denominada Ley del valor-trabajo). No obstante, la noción de salario se legitima a nivel social y los trabajadores no disputan la producción de la riqueza sino el incremento del salario en los contratos laborales. Esto significa que el productor no reclama el producto que ha creado, aunque ese producto sea su propia sociedad y su propia historia, sino que se contenta con un pago en moneda por algo que nada tiene que ver con el hecho de que la sociedad en la que vive ha sido creada por él mismo pero que, sin embargo, no le pertenece. El pago del salario está hecho para garantizar que el trabajador no reclame lo que de por sí le pertenece: su propia vida.
Quizá otro ejemplo de la forma por la cual el discurso de la economía es funcional para encubrir y proteger la cosificación de lo Real está en la inflación de los precios que es presentada y asumida como fenómeno estrictamente económico y monetario, cuando en realidad es básicamente un fenómeno político.
Un proceso similar se puede apreciar en el discurso sobre el extractivismo como discurso cosificado. Este discurso asume el territorio como un objeto. Al considerarlo como un objeto, le desaloja de toda consideración simbólica y, en consecuencia, de toda pertenencia a la totalidad humano-social. Si en el discurso de la economía, el concepto de salario encubre el hecho de que su consistencia teórica está hecha para garantizar y legitimar la separación del productor con respecto a su producto, en el discurso del extractivismo, se provoca un pliegue en el cual el territorio se desprende de todas sus referencias simbólicas para aparecer solo como objeto susceptible de generar renta. En ese pliegue, el territorio pierde su significación simbólica y se convierte en recurso natural. De la complejidad que lo estructura y lo define, solo queda la utilidad que, a su vez, es integrada a la esfera del oikos.
Como ob-jetos, los territorios aparecen por fuera de la sociedad y se convierten en escenario o disposición geográfica. De esta forma, el pensamiento crítico que quiere deconstruir y cuestionar la dinámica extractivista, finalmente coincide con el discurso extractivista: los territorios se convierten en objetos geográficos que poseen recursos susceptibles de ser mercantilizados. Para este pensamiento cosificado, la historia se convierte en destino: los pueblos están condenados a la violencia del capitalismo porque sus territorios son ricos en recursos naturales. Es la “maldición de la abundancia”, la “enfermedad holandesa”, o el “determinismo tropical”, entre otros ideologemas.
Así, se produce una convergencia entre el discurso del extractivismo y el discurso crítico del extractivismo. Ambos ven en los territorios los recursos naturales que, de una manera u otra, generarán rentas. Para el discurso extractivista, en su versión más simple e ideológica, esa renta puede crear las condiciones para el desarrollo económico, el crecimiento y la superación de la pobreza; para el discurso crítico del extractivismo, esa renta más bien perpetúa la pobreza, genera externalidades negativas, y acentúa el “mal-desarrollo”. Empero, en ambos discursos subyace, como fondo, la cosificación. Quizá sin proponérselo, el discurso crítico del extractivismo termina siendo el envés de una misma praxis de poder.
Ahora bien, si la violencia del capitalismo separa al productor de su producto, y a la sociedad de su propia historia, el discurso crítico debe realizar una especie de sutura sobre ese desgarre. El discurso crítico no puede ni repetir, ni adscribir, ni suscribir la cosificación del mundo. El discurso crítico debe advertir de la reificación del sistema y debe partir de una posición crítica con respecto a esta cosificación. Si la estructura de la realidad está desgarrada por la cosificación, es necesario denunciarla y proponer una crítica que le permita a la sociedad recuperar aquello que legítimamente le pertenece: su propia historia.
No existe una “maldición de la abundancia” en los territorios, porque estos no son culpables de la violencia de la acumulación del capital, ni tampoco una “enfermedad Holandesa”. El extractivismo no es solamente extraer renta de los recursos naturales de los territorios, en realidad es la expresión por la cual la acumulación capitalista separa a la sociedad de sus contenidos simbólicos y referencias históricas que se presentan y re-presentan en los territorios, cualquiera sea la forma que estos asuman.
Un pozo petrolero, o una mina a cielo abierto, o una plantación de transgénicos, o una represa hidroeléctrica, entre otros, si bien representan dinámicas del extractivismo, no lo agotan ni lo evidencian en su totalidad. El extractivismo va más allá de eso. El extractivismo interviene sobre los territorios en sentido amplio de la misma manera que la explotación fabril interviene sobre la creación de riqueza y enajena a los trabajadores de su propia vida en sentido histórico.
Si los territorios son creaciones humanas que se crean y re-crean constantemente, y si aquello que los caracteriza es dotar de identidad, referencia y convivencia a la vida humana y social, entonces el extractivismo cuando interviene sobre los territorios, también altera las dimensiones de identidad, referencia y convivencia de toda sociedad. El extractivismo, efectivamente, coloniza los territorios y extrae de ellos recursos naturales que los vinculan a la financiarización y circulación mercantil, pero también destruye las identidades, las referencias simbólicas y la convivencia social asociadas y vinculadas a ese territorio. Las identidades, referencias y convivencias, al ser colonizadas por la violencia del extractivismo, se difractan en fragmentos en los cuales la sociedad no puede reconocerse.
Los seres humanos, y las sociedades, producen constantemente territorialidades, porque son puntos de referencia para su propia identidad, de su ser-en-el-mundo. Existe una especie de ontología y también una fenomenología en los territorios. Por ello, cuando el extractivismo fractaliza los territorios, es decir, los desintegra en múltiples fragmentos, la sociedad busca la forma de re-crear desde nuevas condiciones, aquello que ha perdido. Necesita crear esos referentes que le asignen una estructura coherente para su propia vida. Esa creación es inherente a la resistencia al extractivismo. Pero esa resistencia debe ser domeñada. A la fragmentación de los territorios corresponde una dialéctica de re-creación de nuevas territorialidades desde la violencia extractiva.
En efecto, la dinámica extractiva, al mismo tiempo que desintegra los territorios, los reintegra en nuevas territorialidades construidas desde la lógica de la cosificación del mundo. Al ser desalojados de toda referencia histórica, de toda memoria ancestral, de toda posibilidad de convivencia y solidaridad, reaparecen como territorios vacíos, como espacios sin historia ni memoria. Los territorios que emergen desde la violencia capitalista, son espacios de disciplina y control. De vigilancia y obediencia. De jerarquía y orden. De utilidad y función. Los territorios que emergen desde el extractivismo son aquellos que el antropólogo francés Marc Augé denominaba los No-Lugares: espacios homogéneos en su arquitectura y funcionalidad, que permiten una identidad común y accesible a toda la sociedad bajo las prescripciones del capitalismo y la cosificación. El ejemplo más pertinente es aquel de los centros comerciales o los aeropuertos, pero también pueden ser adscritos a su lógica la estructura misma de las ciudades modernas.
El extractivismo, por tanto, no es solo un pozo petrolero, una refinería, una plantación, una mina a cielo abierto, entre otros, sino también los No-Lugares. Las ciudades disciplinarias, los espacios homogéneos y funcionales en los cuales se despliega el mundo unidimensional del homo economicus. Pero los No-Lugares no podrían ser funcionales sin una lógica concentracionaria que los integre y discipline. Un centro comercial es un No-Lugar, que también replica la lógica concentracionaria, como espacio de disciplina, orden, control y vigilancia.
Considerar al extractivismo como una dinámica de la violencia del capitalismo que desgarra la totalidad humano-social, abre espacios para una crítica más radical y permite incorporar al horizonte crítico aspectos que antes quizá pasaban al margen de las dinámicas extractivas pero que forman parte inherente de ellas. Si existen territorios que son virtuales, entonces necesitamos una posición teórica que nos permita comprender cómo funciona el extractivismo en esos territorios virtuales. Cuál es la significación de esa intervención y de qué maneras son colonizados desde el extractivismo esos territorios virtuales.
El extractivismo desterritorializa lo Real para re-territorializarlo en los No-Lugares y en las dinámicas disciplinarias y concentracionarias del capitalismo tardío. El extractivismo no es un fenómeno que aparece en la periferia del capitalismo, sino que lo constituye en su esencia. Las resistencias al extractivismo implican la re-creación de nuevas territorialidades que disputan su sentido de identidad, pertenencia, y referencia a los No Lugares y a las lógicas disciplinarias y concentracionarias.
La resistencia al extractivismo siempre ha posicionado como estrategia su defensa a la vida. Las comunidades que resisten el extractivismo están plenamente conscientes que aquello que está en juego es la vida, tanto de su comunidad, cuanto de ellos mismos. Para ellos el territorio no es una cosa que pueda generar renta, es parte de su vida misma. Cuando la violencia extractiva los desaloja de sus territorios, se convierten en aquellos caminantes de los que hablaba Brecht: de aquellos que llevan siempre consigo un ladrillo para mostrarle al mundo como era su casa.