Por
Jaime Yovanovic Prieto
Departamento Social
Sindicato de Trabajadores de la Construcción
El
trabajador trabaja, aunque no siempre puede hacerlo. ¿Y la mujer que
cocina en casa?. Ella trabaja y harto que trabaja, pero ese tipo de
trabajo no se considera en la categoría sociológica de los
“trabajadores”, por extraño que parezca. Habrá que reestudiar
la sociología para rehacerla acorde a los tiempos.
Continuando
la reflexión, podemos decir tal vez que quien trabaja o que es
trabajador, es el que recibe un pago en dinero por ello, lo que
podría llevarnos a que el trabajo depende del dinero o que el dinero
depende del trabajo. Sigamos echando a la mezcladora: el pago por el
trabajo remunerado es dividido en dos, el trabajo que produce nuevo
valor y el trabajo que no produce nuevo valor, entendiendo por valor
la incorporación en una mercancía del tiempo de trabajo necesario
para producirla, es decir tomar una o varias materias primas y
elaborar un producto destinado a la venta, que puede ser un par de
zapatos o un celular. Si hago los zapatos por mi cuenta, soy un
artesano y la cantidad de trabajo o tiempo de trabajo necesario para
hacerlo, es bastante más que si tuviera una máquina para
fabricarlos. Como artesano soy dueño o propietario de las
herramientas, de la materia prima que he comprado o sacado de mi
huerta o chacra, y del producto o resultado de la conjunción de esas
materias primas, las herramientas y mi trabajo, o sea que el
resultado de la venta al sacarla al mercado y no conservarlo para mi
propio uso, también me pertenece y si trabajamos en comunidad, nos
pertenece a todos, independientemente de que lo usemos nosotros o lo
pongamos a la venta o trueque en una feria libre o una feria común o
a una tienda de zapatos.
Si
no soy artesano, debo vender mi fuerza de trabajo a quien pueda
pagarla, y ahí viene el tipo de trabajo que produce nuevo valor en
una mercancía o un trabajo que no genera nuevo valor, es decir, no
modifica una o varias materias primas u objetos de trabajo mediante
los instrumentos empleados, sean máquinas, vehículos o escobas. La
modificación de materias primas genera un producto que al salir al
mercado se denomina mercancía, lo que no sería el caso del que la
hace y la utiliza para si. Para hacer ese trabajo pagado por otro,
ese otro debe tener una necesidad o un instrumento o herramienta o
medio de producción que tendré que manejar para transformar la
materia prima o capital fijo en producto mercantil que ese otro va a
vender para recuperar la inversión, lo que pagó por la materia
prima y lo que me va a pagar a mi por el valor que le he incorporado
en el proceso transformador. Es el caso del albañil que construye la
casa de otro, que si la destina a la venta de inmediato o más
adelante, está obteniendo un plus que va más allá del precio de
las materias primas y del precio que le ha puesto a mi trabajo, sin
contar con la especulación inmobiliaria y la modificación de
precios debido a la importancia o demanda de viviendas en la zona
correspondiente. Por eso algunos invierten en construir una casa, que
por su vez es una inversión que adquiere un valor económico dentro
del mercado inmobiliario. Ahí se observa como el trabajo se inserta
en una red de circulación mercantil donde giran hasta los valores.
Sólo
que el que contrata no paga todo el trabajo realizado, sino una parte
que comercialmente equivale a lo que debe gastar el trabajador para
su mantenimiento y reproducción. El que fabrica una casa no va a
pensar en pagar el gasto del celular del trabajador, que deberá
imaginar malabarismos de circo para ese ítem, así como algunos
pagan el transporte y otros una cantidad fija que debemos hacerle
malembe para que se estire y alcance. Sólo que el trabajador una vez
que pagó con su trabajo el equivalente a su mantención, debe
continuar trabajando para que el propietario del medio, herramienta o
terreno pueda tener para si, de modo que la ganancia sale del trabajo
o tiempo de trabajo que no cubre las necesidades del trabajador, que
siendo mercancía va a serlo gracias al nuevo valor incorporado, ya
que si se le paga todo el resultado de la venta al que trabajó, no
habría ganancia. La ganancia estonces sale del tiempo de trabajo que
no se paga, del tiempo de trabajo que supera el precio de los
productos que requiere el trabajador, que en rigor no debiera seguir
trabajando un vez que se pagó lo suyo, pero vaya uno a fijar esa
regla, que de seguro lo pondrá de patitas en la calle y se establece
socialmente que debe haber ganancia para el que contrata, de otro
modo se lleva la máquina o pone al trabajador en la cesantía y trae
a otro que aceptará trabajar de gratis otro tiempo más allá del
que necesita o cree que puede para sus propios gastos. La capacidad
que tiene el propietario de aceptar o no que alguien le trabaje, se
llama poder social, que no es una relación económica, pues la
relación económica se establece una vez contratado el que se
subordinó a las reglas del juego del propietario, o sea que soy
libre de ponerme o no la soga al cuello y si no me la pongo me ahogo.
El
trabajo en el servicio público no produce ganancia, ya que allí no
se producen mercancías y no hay un tiempo en que se cumple la meta
de pagar las necesidades y luego otro tiempo gratis para la
acumulación, por lo que ahí podemos hablar de tiempo de trabajo que
se paga íntegro, pues todo ese tiempo configura el equivalente de
ese trabajo con los gastos personales del trabajador. Así el
empleado público dice que trabaja 8 horas por el salario mínimo o
más según los casos, a diferencia del trabajador no público que
debe producir ganancias al sector de propietarios privados y recibe
el valor de sólo dos o cuatro horas de las 8 trabajadas. El sector
privado vive de las ganancias y el público vive de los impuestos, es
decir de las fuentes de ingreso del estado, que para aumentar sus
arcas puede tener empresas que funcionan igual que el sector privado,
es decir, producen ganancias.
En
el sector privado existe una enorme gama de actividades que no
producen ganancias y se extraen aumentando el precio de las
mercancías desde que salen de la fábrica hasta que las adquiere el
consumidor, que son varios sectores, pero para esta reflexión sólo
analizaremos los transportistas y comerciantes, independientemente
que un productor agrícola o fabril tenga sus propias haciendas,
fábricas, camiones y pilastras o tiendas. La empresa privada de
transportes compra el productor y vende al comerciante, agregando su
parte al precio, lo que acrecienta para que el comerciante obtenga lo
suyo. O simplemente el transportista es contratado por el comerciante
para traerles la mercancía, lo que es lo mismo en términos de
precios. El precio que el comerciante pone para la venta debe
considerar el arriendo, pago a vendedores y lo que necesita para
vivir, lo que finalmente el consumidor debe sopesar para llegar con
el trofeo a casa. En toda esta cadena hay que comprender también la
extracción minera y de hidrocarburos, la producción de electricidad
y un sin fin de actividades que se concatenan unas a las otras y
forman una enmarañada cuestión de padre y señor mío.
El
caso es que el socialismo era la manera de poner todo ello en manos
del estado, cosa que los distintos modos de producir, ganancias y
demás, confluyeran en el aparato del poder, que administraría
aquello y ya vimos que no funcionó, en especial porque la tecnología
disminuyó la presencia de la mano de obra en todos los procesos
productivos y prácticamente dejó de existir la ganancia proveniente
del tiempo de trabajo no pagado y las fábricas con mil o varios
miles de trabajadores pasaron a ser dirigidas por cinco especialistas
en computación y robótica que manejan millones de toneladas de
materias primas, combustibles, energía, agua, etc. lo que auentó la
importancia de dichas materias primas y de los combustibles y energía
a nivel planetario, por lo que se inició la gran caravana
destructiva en todas direcciones para extraer nuevas materias primas,
nuevos combustibles, sin preguntarle a nadie, simplemente avasallando
y despojando, expulsando y sometiendo, construyendo nuevas y grandes
cantidades de mega carreteras, puertos, puentes, hidroeléctricas,
que no tienen nada que ver con el progreso, sino con la necesidad que
aumentar el circuito mercantil y rasguñar ganancias a costa de la
destrucción del planeta y la vida arrastrando a todas las capas y
categorías sociales, laborales, etc amonatonándolos a todos en un
mismo saco de sirvientes del progreso, metiéndoles celulares hasta
por las orejas para que se queden quietos apretando botones
imaginando que están en jauja.
A
esta maravilla son invitados los estudiantes a prepararse, ocupar su
lugar donde obtener dinero en esta maraña, es decir contribuir a la
reproducción sistémica.
Nosotros
preferimos descubrir como rearmar las cosas. Como reestudiar las
formas productivas y de circulación, así como no la redistribución
de la riqueza en contra de la multiplicación de la pobreza, sino a
comprender la necesidad de poner fin al crecimiento de esta hidra de
mil cabezas, iniiciar una etapa de decrecimiento y de busca del
equilibrio desde los protagonistas del mundo de la vida y no desd el
estado, que para funcionar debe estimular el crecimiento y el
extractivismo destructivo, sino sumarnos a las dinámicas que vienen
desde abajo por todas partes, hacer nuestra parte.
Para
eso invitamos a los estudiantes a venir a los barrios, no a organizar
la lucha contra o a favor del estado, sino a construir un nuevo modo
civilizatorio que ya ha comenzado desde las experiencias zapatistas,
los kurdos y las comunidades indígenas y originarias en todas
partes. Ya está visto que los estados caen en falencia al poco andar
los partidos de derecha, de izquierda, en fin, el estado ya no nos
sirve aunque tampoco se trata de lanzarse contra ellos ni contra los
propietarios, sino de ir tejiendo desde abajo nuevos modos
relacionales, como en el mismo campo de los trabajadores, donde los
sindicatos dirigidos por partidos del color que sean ya no
interpretan a la masa laboriosa y se hace necesario rescatar el
tejido de las mancomunales solidarias y horizontales con sindicatos,
grupos y trabajadores sin partidos ni corrientes ideológicas que nos
van a llevar siempre en la misma dirección. requerimos redes de
intercambio, cooperación y apoyo mutuo, actividades conjuntas que
permitan rescatar los valores de la comunidad y la madre tierra, al
arte, la cultura y la ciencia tomando distancia de la política y de
la economía, donde los familiares de los trabajadores puedan
encontrarse y apoyarse mutuamente con una nueva mirada y práctica
social que estamos empezando a reflexionar entre varios los días
martes de 10 a 14h, en el Sindicato de Trabajadores de la
Construcción de Valparaíso y a donde usted está invitado a traer y
meter su cuchara y poner de su cosecha, sin planes ni estrategias
elaboradas de antemano, sin batallas ideológicas, sino compartiendo
saberes y sueños, así como actividades prácticas que apunten a
fortalecer lazos afectivos, para lo que estamos desarrollando el
departamente social del sindicato que aspira a cumplir la función
de entrecruzar necesidades y apoyos despojándonos de veleidades
“organizativas” con que pretenden algunos llevarnos detrás de
propuestas de “lucha” contra los molinos de viento que nos
destruyen la vida, que queremos rescatar desde la vida misma junto a
las familias y la gran familia del barrio.
Jaime
Yovanovic Prieto
unlibre@gmail.com
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