viernes, 8 de julio de 2016

Política o alimentos

Por Jaime Yovanovic Prieto
Universidad Libre Comunitaria
unlibre@gmail.com


La crisis económica mundial, que obviamente afecta a Chile y a los pueblos que lo habitan, tiene varias aristas: crisis económica, política, ética, institucional y de destrucción de la naturaleza por medio de la emisión de carbono y cambio climático, destrucción de bosques, extractivismo minero y de hidrocarburos, envenenamiento de ríos y mares, extinción de especies, transgénicos, tóxicos, etc. a lo que hay que añadir las guerras y las migraciones de millones de personas desesperadas por el hambre y la violencia, que se dirigen hacia las ciudades y hacia los países metrópolis.

Nada bonito el panorama, que lleva varios años de empeoramiento paulatino y no presenta visos de mejorar. En Chile aumentó el desempleo y los graduados universitarios tienen cada vez menos opciones de inserción laboral adecuada, salvo meterse en una gran empresa como la minería o agroindustria, cada vez más amenazadas por la contracción de los precios mundiales de las materias primas, que tampoco parecen mejorar y se ve que vienen tiempos peores acrecentados por la ralentización de la economía global agudizada por la violencia generalizada que en nuestro continente tiene como principales ejemplos las crisis de México y el despliegue de tropas enfrentándose a los cárteles de bandas de narcos en casi todo el país y donde no sucede eso, entonces se trata de la persecusión a decenas de miles de maestros que resisten la reforma educativa que ha sorprendido a todos y llevado a cientos de comunidades indígenas y campesinas a bloquear caminos en varios estados, en Venezuela donde la pugna izquierda-derecha tiene al país al borde del caos, Argentina y Brasil, donde las pugnas políticas son el pan de cada día.

La inestabilidad de los países del continente lleva a los gobiernos a cencentrar esfuerzos por arriba, tales como la ampliación de los territorios invadidos por el extractivismo, sin ningún esfuerzo por modificar lo que llaman matriz productiva, priorizando por el aumento gigantesco de las exportaciones y la acumulación de fondos estatales con los cuales mantener el mango de la sartén que disputan a muerte en todas partes las izquierdas y las derechas en un circo romano de muerte y sangre que está cansando a la población. El otro eje de los gobiernos es la infraestructura regional e internacional para la circulación y exportación de los productos mineros, hidrocarburos y agroindustria, donde los productos alimentarios ocupan un bajo nivel, lo que está llevando a negar la diversificación y cerrando y estrechando todos los canales para la circulación prioritaria de los “productos” rentables, como el puerto de Valparaíso en Chile, que ha dejado de ser el hábitat de los porteños para transformarse en una de las piezas claves de toda esta red de medios comunicativos y de transportes que van acordando los gobiernos allá arriba en tratados gubernamentales que abren camino al flujo comercial de las grandes empresas que sostienen a los gobiernos, como Luksic en Chile, pasando por encima de la gente, en este caso negando la municipalización del puerto, del mar y de las obras de infraestructura, donde el caso más destacado es el desalojo de cientos de familias de la quebrada Cabritería y barrios aledaños de los cerros Barón, Placeres y proximidades para la construcción de una mega vía de transporte que permita circular los productos que llegan o salen del puerto, además que el extractivismo industrial de arrastre pesquero que destruye la biomasa, está golpeando a cientos de familias, miles de personas, que viven de la pesca artesanal que alimenta a decenas de miles de familias de la región a las que se quiere acostumbrar a consumir pescado y marisco enlatado. Todo ello se decide al más nivel de gobierno y los vecinos no consiguen tener arte ni parte, salvo la locomotora modernizante que les pasa por encima.

Además del aumento del desempleo, en Chile estamos viviendo el aumento sostenido de los precios de la alimentación diaria. De modo que una familia que gastaba por ejemplo 20 mil pesos semanales hace seis meses, hoy debe gastar entre 25 y 30 mil pesos y se vienen aumentos del transporte y la gasolina, lo que va a reducir aún más las posibilidades concretas de la alimentación, en tanto los salarios y pensiones siguen invariables y las negociaciones entre el gobierno y los partidos de gobierno que dirigen la burocracia sindical discuten, empujan, o hacen como que empujan, y simplemente acuerdan aumentos irrisorios muy por debajo del aumento del costo de la vida y de la inflación. Un fuerte golpe ha significado el anuncio de la disminución de las pensiones, que va a a agravar aún más la situación de las familias de la gran mayoría de los chilenos y pueblos que habitan en Chile.

Los políticos, de partidos o no, institucionales o no, chicos y grandes, de izquierda, derecha, centro y extremos, nos dicen que la solución está en que nos pongamos detrás de ellos y los sigamos en sus eternas disputas por administrar el poder o destruirlo, en tanto los extremos nos dicen que hay que destruirlo todo o llamar a los militares, con lo que empujan a la violencia y más violencia, así como a la delincuencia, pues en este terreno en que nos tienen se va a acrecentar más la búsqueda de dinero pasando por encima de la integridad de las personas y los hogares.

Nada sacamos con decir, escribir y pregonar que el dinero es negativo, que envicia y llama a la corrupción en todos los niveles, pues los que más gritan contra la delincuencia son los mismos que nos piden el voto que finalmente se ha demostrado que no cambia nada, nos prometen desde todos los lados, hasta marearnos, que ellos son los salvadores de la patria, en tanto a los estudiantes se les promete el título que les dará empleo o los envuelven en la política que los salvará a todos mientras a ellos les aseguran un cargo institucional en el partido, en el estado, en el municipio, en la ONG, en el centro cultural donde podrán acceder a fondos concursables y así los van envolviendo en la reproducción de la maraña con la idea nebulosa de la “libertad”.

Si necesitamos alimentos no va a ser el dinero ni la política lo que nos va a solucionar la olla familiar, sino nuestras propias manos y corazones, que es lo único que realmente tenemos y podemos contar con ello y confiar en ello, en tanto todo lo demás es volátil y controlado desde fuera de nosotros, como los celulares y medios de comunicación inalámbrica, que tan preciados se han transformado para la juventud, que no estuvo en el golpe y no sabe que basta apretar un botón que mandan desde arriba para dejarnos sin comunicaciones, por lo que estimulamos que sean únicamente modos de comunicación y divulgación secundarios, aunque muchos los están utilizando como plataforma de sus vidas y de sus círculos relacionales, aún hasta para su formación, educación y construcción de psique, valores y prioridades, como sacrificar la comida por cargar el celular, lo que transferido al ámbito familiar resulta abominable, por eso que las universidades deben estar lejos de los hogares y los trabajos deben ejecutarse atravesando la ciudad y utilizando la red de transportes que no acerca, sino que aleja a las personas, pues otra cosa sería si las oficinas públicas contaran con un par de funcionarios con computadores en los cerros para evitar que la mayoría de los habitantes de Valparaíso tengan que pasar y gastar parte importante de su vida para entretejer la maraña impersonal en que nos tienen. El estudiante que estudia lejos de casa cae en la distancia y aún contradicción con el ritmo de su propia familia y del barrio que modeló su infancia, de allí que su formación profesional y aún su envolvimiento en la política se transforman en actos individuales desarraigados de su entorno de familia y gran familia del barrio que podría modelar su corazón en medio de la convivencia afectiva. La pretendida emancipación o independencia de la familia se transforma en la práctica en una independencia, distancia y aún menosprecio, de la gran familia del barrio, que es la identidad común, el sentimiento de comunidad, tan temido por el sistema que no se importa que en las escuelas y universidades los estudiantes estén sometidos a cientos de propuestas valóricas e ideológicas que le harán optar por cualquier otra cosa, menos su familia y su barrio. El desapego es parte de la necesidad de reproducción sistémica, ya que con eso pueden luchar en la conciencia las propuestas de mantener el status quo o de “cambiarlo” por fuera de su comunidad de origen haciéndonos creer que se trata de opciones o caminos propios, para lo cual nos llenan de libertad y alegría en medio de la cerveza, del coleto o la marcha gritando o tirando piedras contra el sistema, piedras que van a afectar a los demás que no son su familia ni sus vecinos, de modo que nos tienen igual que a los carabineros o soldados que acuartelan lejos del punto de origen para que no sientan prurito de disparar, ya que tendrían que pensarlo dos veces antes de arrojar un misil o una molotov hacia la casa de sus padres y hermanos.

Hacer política por fuera de la familia y de la gran familia del barrio resulta fácil, pues se trata de abstracciones sociológicas y genéricas ordenadas, disfrutadas y decididas en el campo de la lógica, la razón, la mente, la idea, la ideología, lejos del corazón que palpita al ritmo familiar de la casa y del barrio. O sea, en el plano del individualismo, donde Yo, el gran Yo, tiene y contiene la sabiduría para distinguir y elegir opcciones, sin percibir que se las están poniendo por delante justamente para evitar que potencie y despliegue las opciones de la familia y del barrio, que ni se interesa en conocer más profundamente, pues la ideología le obliga a situarlos por fuera del mundo de los afectos para catalogarlos de momios, fachos o rojos.

Conclusión: Si quiere hacer la revolución, hágalo desde el mundo de la vida, desde su familia y la gran familia del barrio, y si está lejos, no se contente con armar grupos o sumarse a los coletos que le invitan a la lucha o sólo a pasarlo bien desplegando alegría y placer con los nuevos y lindos amigos y amigas que le dio el presente y con los cuales puede volar sin abrir alas y perderse en el infinito buscando verdades o creando luces y colores. Hágalo con amor, esto es con el corazón abierto, no se cierre ni encierre en los coletos o grupos de diversión para vivir de carrete en carrete si entiende la familia o el barrio como un espacio represivo, pues no es represivo, sino que le da vergüenza y preocupación de violar la disciplina o las costumbres del lugar. Viva el amor como encuentro de afectos, aún sin hablar, aún sin beber ni volar, que no le digo que se aleje de los placeres, pues hay que vivirlos, pero tampoco puede abandonar su ser, su esencia, con la idea “libertaria” de hacerse otra vez, pues así sólo va a ser una persona inestable, insegura y luego tendrá problemas existenciales, abandonará el coleto o el partido y muy luego va a queres casarse o vivir con ella o con él y vendrán los hijos y será atrapado por la máquina y sólo saldrá a ver las marchas desde lejos o se meterá en el medio sintiendo la emoción de hacer la revolución, para luego volver al trabajo a tragarse los sueños y ser “realista”.

Si quiere hacer la revolución, hágalo sabiendo que vivimos separados y todos somos individualistas y que falta el amor y el común, ayude a formar comunidad, no “organizada” por favor, que sólo le hará el favor a los políticos, sino formas de vida en común, vida compartida, donde pueda desplegarse el amor en el acto de aproximaciones corporales cotidianas haciendo diversos temas y actividades en el barrio que permitan los encuentros y el disfrute, sin sentir la necesidad de que la gente se articule por medio de la lógica, que ya vendrá, sino por medio del placer y el gusto de estar juntos, es decir, los momentos de placer personal en el carrete, pueden ser mejores si ese carrete se hace en el barrio, con los seres queridos, el nosotros como sujeto de la vida, y no el nosotros de individualidades que se juntan o aproximan sus cuerpos para ir a efectuar una acción tal o cual, pues allí no habrá espontaneidad ni podrán fluir todos los instintos naturales y afectivos, pues el común está grabado en los genes y no deviene de una opción cultural o ideológica.

Si hace eso podrá comprender que de allí puede salir el alimento que hace falta, la papa, el tomate, huevos, en fin, muchas cosas como también la medicina. Es sólo mirar a la madre tierra, que en muchos barrios se ve poco, pero en otros se ve mucho, que nos está esperando pacientamente para compartir su saber y su amor.

Si quiere conocer, aprender, practicar y hacer su propia huerta, venga a ver y participar los sábados a las 10:45AM o los domingos a las 11AM. Informaciones en unlibre@gmail.com

Jaime Yovanovic Prieto

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