Por
Jaime Yovanovic Prieto
Universidad
Libre Comunitaria
unlibre@gmail.com
La
crisis económica mundial, que obviamente afecta a Chile y a los
pueblos que lo habitan, tiene varias aristas: crisis económica,
política, ética, institucional y de destrucción de la naturaleza
por medio de la emisión de carbono y cambio climático, destrucción
de bosques, extractivismo minero y de hidrocarburos, envenenamiento
de ríos y mares, extinción de especies, transgénicos, tóxicos,
etc. a lo que hay que añadir las guerras y las migraciones de
millones de personas desesperadas por el hambre y la violencia, que
se dirigen hacia las ciudades y hacia los países metrópolis.
Nada
bonito el panorama, que lleva varios años de empeoramiento paulatino
y no presenta visos de mejorar. En Chile aumentó el desempleo y los
graduados universitarios tienen cada vez menos opciones de inserción
laboral adecuada, salvo meterse en una gran empresa como la minería
o agroindustria, cada vez más amenazadas por la contracción de los
precios mundiales de las materias primas, que tampoco parecen mejorar
y se ve que vienen tiempos peores acrecentados por la ralentización
de la economía global agudizada por la violencia generalizada que en
nuestro continente tiene como principales ejemplos las crisis de
México y el despliegue de tropas enfrentándose a los cárteles de
bandas de narcos en casi todo el país y donde no sucede eso,
entonces se trata de la persecusión a decenas de miles de maestros
que resisten la reforma educativa que ha sorprendido a todos y
llevado a cientos de comunidades indígenas y campesinas a bloquear
caminos en varios estados, en Venezuela donde la pugna
izquierda-derecha tiene al país al borde del caos, Argentina y
Brasil, donde las pugnas políticas son el pan de cada día.
La
inestabilidad de los países del continente lleva a los gobiernos a
cencentrar esfuerzos por arriba, tales como la ampliación de los
territorios invadidos por el extractivismo, sin ningún esfuerzo por
modificar lo que llaman matriz productiva, priorizando por el aumento
gigantesco de las exportaciones y la acumulación de fondos estatales
con los cuales mantener el mango de la sartén que disputan a muerte
en todas partes las izquierdas y las derechas en un circo romano de
muerte y sangre que está cansando a la población. El otro eje de
los gobiernos es la infraestructura regional e internacional para la
circulación y exportación de los productos mineros, hidrocarburos y
agroindustria, donde los productos alimentarios ocupan un bajo nivel,
lo que está llevando a negar la diversificación y cerrando y
estrechando todos los canales para la circulación prioritaria de los
“productos” rentables, como el puerto de Valparaíso en Chile,
que ha dejado de ser el hábitat de los porteños para transformarse
en una de las piezas claves de toda esta red de medios comunicativos
y de transportes que van acordando los gobiernos allá arriba en
tratados gubernamentales que abren camino al flujo comercial de las
grandes empresas que sostienen a los gobiernos, como Luksic en Chile,
pasando por encima de la gente, en este caso negando la
municipalización del puerto, del mar y de las obras de
infraestructura, donde el caso más destacado es el desalojo de
cientos de familias de la quebrada Cabritería y barrios aledaños de
los cerros Barón, Placeres y proximidades para la construcción de
una mega vía de transporte que permita circular los productos que
llegan o salen del puerto, además que el extractivismo industrial de
arrastre pesquero que destruye la biomasa, está golpeando a cientos
de familias, miles de personas, que viven de la pesca artesanal que
alimenta a decenas de miles de familias de la región a las que se
quiere acostumbrar a consumir pescado y marisco enlatado. Todo ello
se decide al más nivel de gobierno y los vecinos no consiguen tener
arte ni parte, salvo la locomotora modernizante que les pasa por
encima.
Además
del aumento del desempleo, en Chile estamos viviendo el aumento
sostenido de los precios de la alimentación diaria. De modo que una
familia que gastaba por ejemplo 20 mil pesos semanales hace seis
meses, hoy debe gastar entre 25 y 30 mil pesos y se vienen aumentos
del transporte y la gasolina, lo que va a reducir aún más las
posibilidades concretas de la alimentación, en tanto los salarios y
pensiones siguen invariables y las negociaciones entre el gobierno y
los partidos de gobierno que dirigen la burocracia sindical discuten,
empujan, o hacen como que empujan, y simplemente acuerdan aumentos
irrisorios muy por debajo del aumento del costo de la vida y de la
inflación. Un fuerte golpe ha significado el anuncio de la
disminución de las pensiones, que va a a agravar aún más la
situación de las familias de la gran mayoría de los chilenos y
pueblos que habitan en Chile.
Los
políticos, de partidos o no, institucionales o no, chicos y grandes,
de izquierda, derecha, centro y extremos, nos dicen que la solución
está en que nos pongamos detrás de ellos y los sigamos en sus
eternas disputas por administrar el poder o destruirlo, en tanto los
extremos nos dicen que hay que destruirlo todo o llamar a los
militares, con lo que empujan a la violencia y más violencia, así
como a la delincuencia, pues en este terreno en que nos tienen se va
a acrecentar más la búsqueda de dinero pasando por encima de la
integridad de las personas y los hogares.
Nada
sacamos con decir, escribir y pregonar que el dinero es negativo, que
envicia y llama a la corrupción en todos los niveles, pues los que
más gritan contra la delincuencia son los mismos que nos piden el
voto que finalmente se ha demostrado que no cambia nada, nos prometen
desde todos los lados, hasta marearnos, que ellos son los salvadores
de la patria, en tanto a los estudiantes se les promete el título
que les dará empleo o los envuelven en la política que los salvará
a todos mientras a ellos les aseguran un cargo institucional en el
partido, en el estado, en el municipio, en la ONG, en el centro
cultural donde podrán acceder a fondos concursables y así los van
envolviendo en la reproducción de la maraña con la idea nebulosa de
la “libertad”.
Si
necesitamos alimentos no va a ser el dinero ni la política lo que
nos va a solucionar la olla familiar, sino nuestras propias manos y
corazones, que es lo único que realmente tenemos y podemos contar
con ello y confiar en ello, en tanto todo lo demás es volátil y
controlado desde fuera de nosotros, como los celulares y medios de
comunicación inalámbrica, que tan preciados se han transformado
para la juventud, que no estuvo en el golpe y no sabe que basta
apretar un botón que mandan desde arriba para dejarnos sin
comunicaciones, por lo que estimulamos que sean únicamente modos de
comunicación y divulgación secundarios, aunque muchos los están
utilizando como plataforma de sus vidas y de sus círculos
relacionales, aún hasta para su formación, educación y
construcción de psique, valores y prioridades, como sacrificar la
comida por cargar el celular, lo que transferido al ámbito familiar
resulta abominable, por eso que las universidades deben estar lejos
de los hogares y los trabajos deben ejecutarse atravesando la ciudad
y utilizando la red de transportes que no acerca, sino que aleja a
las personas, pues otra cosa sería si las oficinas públicas
contaran con un par de funcionarios con computadores en los cerros
para evitar que la mayoría de los habitantes de Valparaíso tengan
que pasar y gastar parte importante de su vida para entretejer la
maraña impersonal en que nos tienen. El estudiante que estudia lejos
de casa cae en la distancia y aún contradicción con el ritmo de su
propia familia y del barrio que modeló su infancia, de allí que su
formación profesional y aún su envolvimiento en la política se
transforman en actos individuales desarraigados de su entorno de
familia y gran familia del barrio que podría modelar su corazón en
medio de la convivencia afectiva. La pretendida emancipación o
independencia de la familia se transforma en la práctica en una
independencia, distancia y aún menosprecio, de la gran familia del
barrio, que es la identidad común, el sentimiento de comunidad, tan
temido por el sistema que no se importa que en las escuelas y
universidades los estudiantes estén sometidos a cientos de
propuestas valóricas e ideológicas que le harán optar por
cualquier otra cosa, menos su familia y su barrio. El desapego es
parte de la necesidad de reproducción sistémica, ya que con eso
pueden luchar en la conciencia las propuestas de mantener el status
quo o de “cambiarlo” por fuera de su comunidad de origen
haciéndonos creer que se trata de opciones o caminos propios, para
lo cual nos llenan de libertad y alegría en medio de la cerveza, del
coleto o la marcha gritando o tirando piedras contra el sistema,
piedras que van a afectar a los demás que no son su familia ni sus
vecinos, de modo que nos tienen igual que a los carabineros o
soldados que acuartelan lejos del punto de origen para que no sientan
prurito de disparar, ya que tendrían que pensarlo dos veces antes de
arrojar un misil o una molotov hacia la casa de sus padres y
hermanos.
Hacer
política por fuera de la familia y de la gran familia del barrio
resulta fácil, pues se trata de abstracciones sociológicas y
genéricas ordenadas, disfrutadas y decididas en el campo de la
lógica, la razón, la mente, la idea, la ideología, lejos del
corazón que palpita al ritmo familiar de la casa y del barrio. O
sea, en el plano del individualismo, donde Yo, el gran Yo, tiene y
contiene la sabiduría para distinguir y elegir opcciones, sin
percibir que se las están poniendo por delante justamente para
evitar que potencie y despliegue las opciones de la familia y del
barrio, que ni se interesa en conocer más profundamente, pues la
ideología le obliga a situarlos por fuera del mundo de los afectos
para catalogarlos de momios, fachos o rojos.
Conclusión:
Si quiere hacer la revolución, hágalo desde el mundo de la vida,
desde su familia y la gran familia del barrio, y si está lejos, no
se contente con armar grupos o sumarse a los coletos que le invitan a
la lucha o sólo a pasarlo bien desplegando alegría y placer con los
nuevos y lindos amigos y amigas que le dio el presente y con los
cuales puede volar sin abrir alas y perderse en el infinito buscando
verdades o creando luces y colores. Hágalo con amor, esto es con el
corazón abierto, no se cierre ni encierre en los coletos o grupos de
diversión para vivir de carrete en carrete si entiende la familia o
el barrio como un espacio represivo, pues no es represivo, sino que
le da vergüenza y preocupación de violar la disciplina o las
costumbres del lugar. Viva el amor como encuentro de afectos, aún
sin hablar, aún sin beber ni volar, que no le digo que se aleje de
los placeres, pues hay que vivirlos, pero tampoco puede abandonar su
ser, su esencia, con la idea “libertaria” de hacerse otra vez,
pues así sólo va a ser una persona inestable, insegura y luego
tendrá problemas existenciales, abandonará el coleto o el partido y
muy luego va a queres casarse o vivir con ella o con él y vendrán
los hijos y será atrapado por la máquina y sólo saldrá a ver las
marchas desde lejos o se meterá en el medio sintiendo la emoción de
hacer la revolución, para luego volver al trabajo a tragarse los
sueños y ser “realista”.
Si
quiere hacer la revolución, hágalo sabiendo que vivimos separados y
todos somos individualistas y que falta el amor y el común, ayude a
formar comunidad, no “organizada” por favor, que sólo le hará
el favor a los políticos, sino formas de vida en común, vida
compartida, donde pueda desplegarse el amor en el acto de
aproximaciones corporales cotidianas haciendo diversos temas y
actividades en el barrio que permitan los encuentros y el disfrute,
sin sentir la necesidad de que la gente se articule por medio de la
lógica, que ya vendrá, sino por medio del placer y el gusto de
estar juntos, es decir, los momentos de placer personal en el
carrete, pueden ser mejores si ese carrete se hace en el barrio, con
los seres queridos, el nosotros como sujeto de la vida, y no el
nosotros de individualidades que se juntan o aproximan sus cuerpos
para ir a efectuar una acción tal o cual, pues allí no habrá
espontaneidad ni podrán fluir todos los instintos naturales y
afectivos, pues el común está grabado en los genes y no deviene de
una opción cultural o ideológica.
Si
hace eso podrá comprender que de allí puede salir el alimento que
hace falta, la papa, el tomate, huevos, en fin, muchas cosas como
también la medicina. Es sólo mirar a la madre tierra, que en muchos
barrios se ve poco, pero en otros se ve mucho, que nos está
esperando pacientamente para compartir su saber y su amor.
Si
quiere conocer, aprender, practicar y hacer su propia huerta, venga a
ver y participar los sábados a las 10:45AM o los domingos a las
11AM. Informaciones en unlibre@gmail.com
Jaime
Yovanovic Prieto
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