domingo, 3 de abril de 2016

El árbol centenario


Por jaime Yovanovic Prieto

Sin duda se trata de uno de los árboles más viejos de Valparaíso, su tronco hay que abrazarlo entre dos a tres personas y por su lado pasan diariamente decenas de personas que atraviesan la quebrada para ir a tomar la micro. Al pasar lo tocan porque trae buena suerte. 
 

La aventura nos llevó allí y algunos del grupo no aguantaron los deseos de subirse aunque luego gritaban que daba vértigo, pero la sensación era inolvidable. El sendero inclinado lo roza suavemente y sus raíces hacen de escalones mientras el manto de árboles, plantas, flores y zarzamoras cubren el sector como una gigantesca alfombra natural tejida con el amor de la tierra. El viejo puentecito de madera permite pasar de un lado a otro y por debajo corre el delgado hilo del estero con una visión paradisíaca pocas veces repetida, aunque cada quebrada porteña es poseedora de una belleza única y forma parte de nuestra iniciativa de hilvanar poco a poco la que hemos llamado alegremente de Ruta Turística Eco-Comunitaria, lejos del turismo de elite y cerca de los brotes de autogestión vecinal que podrán hacerse algo para la olla con el placer del turista que recorra esos laberintos del edén porteño y deguste unos porotos con rienda hecho por la gastronomía de las viejas del cerro.

Luego de conocer, recorrer y tocar el terreno donde vamos a hacer con los vecinos y voluntarios las huertas, las construcciones en barro y el parque de juegos para los niños y niñas del sector, nos sentamos a conversar sobre los primeros pasos que vamos a dar con una primera vuelta de ideas sin analizarlas, sino dejando que entren al cuerpo y a las sensaciones, escapando de la prisión de la lógica a que nos han acostumbrado, de modo que vino una lluvia de ideas que cada uno metió para dentro de si y de inmediato comenzamos a hablar de otros temas para engañar a la mente y que dejara en paz al conjunto de ideas recibidas por cada uno, para que se revolvieran y pudiera nacer un despliegue de creatividad, una obra de arte, hecha en el corazón de cada uno, ya que si se ponían a pensar lo que vamos a hacer primero, lo que vamos a hacer después, el papel del cuerpo y las sensaciones quedaba sólo para el placer y la tranquilidad del ambiente como compartimentos estancos de la mente, lo que sólo ayuda a la reproducción de la deshumanización constante de la sociedad de personas separadas.

Así que hablamos de como las comunidades indígenas conversan entre si mientras tejen mimbre o lana hasta llegar, de tema en tema, a la autonomía comunitaria zapatista. Después de ese intervalo dialógico y de intercambio de experiencias de otros lados, volvimos a nosotros, al lugar y a nuestros cuerpos y sensaciones a explorarnos cada uno para descubrir lo que el instinto había laborado y elaborado por si solo, sin intervención racional.

Conclusiones: 
 
Las dos niñas de 10 años se sacaron el sombrero, pues no están manejando su racionalidad como orientadora, sino la gana y el placer, la inocencia y la ingenuidad. Una de ellas propone que había que hacer casitas para los perros, lo que cada uno se negó a analizar (espero) y lo metimos al saco de las ideas para que dieran vueltas mientras escapábamos a otros países.

Otra propone poner tablas nuevas al puentecito, pintarlo y poner cuerdas a cada lado como pasamanos. También ellas proponen hacer escalones en el sendero de tierra que sube y baja de un lado al otro de la quebrada.

En fin, hubieron varias propuestas, las de los adultos también y concluimos que:

Primero hay que asegurar el tránsito interno y el paso de los vecinos de un lado al otro, por lo que quedó como primera tarea hacer escalones que combinarán con las raíces del árbol, y que abordaremos desde el viernes 8 de abril en que nos juntaremos a las 10:30AM en el líder de Bellavista con el cartel “HUERTA”, por si alguien quiere ir a ver, conocer y disfrutar con nosotros y los vecinos.

De las casitas para perros no pudimos conversar, ya que las niñas sin decir agua va, empezaron a recoger materiales diversos, incluso un ángulo metálico de repisa, que encontraron por ahí, con el que sujetaron uno de los lados de la casita y llenaron de polvo el ambiente sacudiendo un paño que rescataron por allí que era “sábana para que los perros duerman”. Es claro que los perros no dieron bola a la casita, pues estaban felices yendo para acá y para allá con tanto movimiento.

Luego vendrá la limpieza de basura arrojada a la quebrada, lo que permitirá no sólo respirar a la madre tierra, sino hacer la visual más limpia para determinar los lugares de las huertas, las cosntrucciones y del parque de juegos. Jaime se pegó dos costalazos, uno al resbalar en el agua con espuma que venía del lavado de una casa, y la otra al bajar posteriormente la quebrada arrastrando consigo a otra persona, aunque sin daños por parte de cada uno, salvo un poquito en el orgullo, por lo que tal vez no lo escriba aquí, tendré que pensarlo, o meterlo dentro de mi, a ver que sale después. El hecho es que la idea de los escalones tuvo gran apoyo de todos, especialmente Jaime. Almorzamos en el cerro harta fruta que trajo Bárbara, y Jaime un pan con queso de cabeza, que estaba de rechupete, pero nadie quizo compartir, así que le dimos algo a los perros, que lo supieron apreciar como corresponde. Constatamos que hay bastante tierra arcillosa, de modo que la bioconstrucción está asegurada.

Fue una bella experiencia para todos y casi que nos vamos cantando en la micro. Y atrás quedó esperando nuestro regreso el árbol, ese viejo árbol centinela de Valparaíso y observador eterno de la hermosa vista que permite apreciar el mar sin edificios.

Abrazos

Jaime Yovanovic Prieto
unlibre@gmail.com 
https://www.facebook.com/YovanovicProfeJ 
tuiter: @YovanovicProfeJ

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