03.Oct.16
Burocracias de izquierda de mal en peor
Los pocos votantes en Colombia (37%) dieron la victoria
al NO al acuerdo del gobierno con las Farc, el PT de Brasil pierde las
elecciones municipales en las principales ciudades, el Psoe en España retira a
su líder y nomina una gestora que discute si permite al PP asumir las riendas
del gobierno.
El pueblo colombiano se ha negado a ratificar las
negociaciones cupulares entre la jefatura de las Farc y el ejecutivo dirigido
por Santos. La abismante mayoría se ha negado a votar, sancionando a su manera
el acuerdo de los de arriba. Las izquierdas sostienen que se ha tratado de
miedo, sin embargo en las ciudades, donde se concentró el reducido voto, no hay
repercusiones sociales de la guerra en el campo y selvas, lugares donde se ha
concentrado el accionar armado y la disputa de territorios de cultivos
intensivos. Ya no es secreto para nadie que en los territorios controlados por
las Farc y por los grupos paramilitares se ha desarrollado la economía del
narcotráfico como modo de sostener financieramente la guerra, en tanto el
gobierno ha permitido el adentramiento de las empresas extractivas que generan
ingresos fiscales. Cada uno a su modo ha pasado por encima de la naturaleza,
destruyéndola, y de las comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes,
desalojándolas o simplemente aniquilándolas, en la llamada internacionalmente
acumulación por despojo.
En la época de auge del capitalismo industrial, la
plusvalía era el principal modo de acumulación, hoy día ante la vertiginosa
caida de la tasa de ganancia por la disminución de la producción de plusvalía
en cada mercancía, es la materia prima y el resto del capital constante lo que
determina y orienta el proceso de acumulación, de ahí la necesidad del
neoliberalismo, ampliación de mercados, disminución del papel de los estados,
disminución del papel real de los imperialismos, transición al imperio del
capital globalizado y aumento del extractivismo, mediante el cual se acrecienta
la producción, circulación y aplicación del capital constante, constituido por
las materias primas mineras o agrícolas (commodities e insumos), combustibles y
energías (petróleo, gas, agua, biocombustible, etc), que por su vez ha empujado
a una mayor penetración y profundización de territorios con la consiguiente
destrucción de la naturaleza y expulsión de comunidades y poblados rurales que
se amontonan en las periferias de las grandes ciudades y países metrópolis del
norte y del extremo sur (Australia, Chile y Argentina, países donde grandes
empresarios como Benetton y Tompkins han invertido ingentes sumas millonarias
en “reservas” de agua y bosques con inteligente visión de futuro).
Hasta esa época del neoliberalismo, la disputa política
izquierda-derecha se daba en torno al control del aparato del estado para
administrarlo en función del capitalismo de estado o al menos un retorno al
estado de bienestar, lo que llevó a las izquierdas a presentarse como los
anti-neoliberales sin recurrir al anticapitalismo de sus fases anteriores,
estimulando la aproximación con empresarios nacionales, pequeña-burguesía
urbana y rural propietaria, profesional, funcionaria e intelectual, lo que en
nuestro continente y en otros lugares llevó a una vuelta del nacional-populismo
al más puro estilo de Perón y Haya de la Torre, siendo sus principales
exponentes actuales el FMLN de El Salvador, el orteguismo sandinista de
Nicaragua, Diosdado Cabello Y Maduro de Venezuela, Lula y el PT en Brasil, los
Kirchner en Argentina, el Frente Amplio y Mujica en Uruguay, Correa en Ecuador,
Humala en Perú y Evo Morales en Bolivia.
Cada uno de ellos aprovechó la potencia social de los
pueblos emergentes, las luchas antiglobalización y las dinámicas comunitarias,
para luego contenerlas y subordinarlas a la institucionalidad estatal,
propuesta como eje y conductor de los cambios, ocultando que para financiar los
gobiernos debían articularse adecuadamente al capital internacional y sus
propuestas centralizadas de reforzamiento de los procesos de acumulación ya
señalados, lo que si bien consiguió debilitar en parte la pujanza, el
protagonismo y dinámicas de abajo, no pudo aniquilarlas, lo que le valió por su
parte un fuerte debilitamiento de su base inicial de apoyo habiendo generado
espectativas no cumplidas.
Estos procesos cayeron de lleno en la nueva política
económica levantada por Joseph Stiglitz, asesor principal de Clinton, ex
presidente de la reserva federal (Banco Central de USA) y vice presidente del
Banco Mundial, que astutamente preconizó la alianza estratégica del estado y
del mercado mediante una nueva institucionalidad que lo permitiese para abrir
las puertas con mayor amplitud al extractivismo y la dependencia de las
economías nacionales al capital globalizado, en lo que fue llamado el
neoinstitucionalismo, que había impregnado el Foro Social de Porto Alegre de la
mano con grandes ONGs, empresarios como George Soros, fondos de la Fundación
Ford y la presencia de parlamentarios de la socialdemocracia europea.
En este contexto, los gobiernos comienzan a perder
fuertemente la sustentación inicial de los pueblos, ya que sus programas eran
inaguantables y de gran beneficio para la circulación y acumulación de
capitales que iban y venían o invertían solamente en el extractivismo para la fuerte
exportación de commodities, lo que obviamente no resultaba de agrado de la
gente común, por más que el PT repartiera 40 millones de canastas a los pobres
como gran concesión del capital y así lanzaron el tarifazo que significó que
millones se volcaran a las calles tomando por sorpresa a las izquierdas y a las
derechas. El gobierno brasileño nunca fue del PT, sino de la alianza PT-PMDB
(el partido de Temer, el vicepresidente de Dilma y actual presidente).
Ello explica la debacle del partido de Lula, que ayer fue
derrotado vergonzosamente en las principales ciudades del país en las
elecciones municipales. En Sao Paulo fue derrotado por un partido de derecha y
en Río de Janeiro por un partido de izquierda.
Hoy día estamos en otra fase, la de negociaciones
internas entre gobiernos y parlamentos, lo que puede apreciarse claramente en
varios países europeos, especialmente España y Grecia, pero aquí, en nuestro
continente Abya Yala, la cosa está que arde, particularmente en las
negociaciones del ejecutivo venezolana de izquierda con el parlamento de
derecha, en que llamaron al Papa para hacer de mediador. Estamos ante el
reparto y acuerdos consensuados o disputados de fracciones del estado entre
izquierda y derecha donde cada uno moviliza sus tropas y sus ganados sociales
para conversarse allá arriba, siendo que en muchos casos ya no hay como
diferenciar a unos de los otros y sólo se diferencian en las banderas y
consignas, en tanto allá arriba negocian el extractivismo destructivo, como en
venezuela, donde el Arco Minero del Orinoco se espera que resuelva los
problemas de la caida del boom del petroleo.
De esa manera, negociar allá arriba Santos con las Farc,
entra de lleno en las negociaciones y acuerdos superestructurales
izquierda-derecha en el contexto del distanciamiento de ambos respecto de los
intereses y necesidades de los pueblos que ya no compran entradas para ir a ver
el partido de fútbol izquierda-derecha.
Mientras por abajo, se consolida la autonomía comunitaria
en todas partes y arrecian las ofensivas de los estados de derecha, izquierda o
de ambos en contra de los pueblos y la madre tierra.
Jaime Yovanovic (Profesor J)
unlibre@gmail.com
https://www.facebook.com/YovanovicProfeJ
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