Jaime Yovanovic
(Profesor J) 02.Nov.16
Consciente, inconsciente, sexo y drogas.
Rompiendo esquemas.
Los grupos humanos que han vivido juntos y compartido
cotidianeidades durante varias generaciones entre ellos y con la madre tierra,
como las formas de vida comunitaria existentes en todo el mundo a la época de
la decisión de la “civilización del progreso” de salir a promover la buena
nueva a punta de cruz y espada, consumían drogas como el peyote en el norte de
nuestro continente Abya Yala, la ayahuasca en regiones amazónicas y el opio en
regiones asiáticas, aunque vaya a saber uno las tantas variedades existentes.
Desde la década del sesenta, que recuerde, era como la meca de los hippies,
mochileros y rebeldes hijitos de papá de la época, ir al desierto mexicano y
probar el peyote o San Juan, para luego relatar con pelos y señales a la audiencia
embelezada las bondades de la mansa volada, las luces de colores y en fin, la
alucinación máxima, gallo.
En la historia hay muchos grandes artistas que se pegaban
sus voladas del caballo para alcanzar la cima y el climax de la creatividad
viendo y escuchando dimensiones desconocidas, como los poetas malditos, que
además de empinar el codo, se echaban cuanto polvo aparecía en el mercado de la
volá. Estos llegaban directamente a las regiones nerviosas, conductoras y
sensibles del cerebro, sin pasar por los órganos de los sentidos. Por ejemplo
se ven luces de colores aún cuando nada impacte a los órganos de la visión, que
sabemos que no se ve en los ojos, sino a través de los ojos, ya que normalmente
la luz llega a la vista, impresiona en la retina y recorre el circuito
sensitivo desde el nervio óptico hasta las regiones cerebrales que interpretan
o traducen lo que ven en una comprensión manejable por la conciencia y que
puede adquirir nombre y concepto según el lenguaje y la cultura, lo que para
muchos rebeldes e irreverentes significa estar presos, lo que es así, pero se
instala la concepción equivocada de me libero si quiebro esquemas, me echo
dentro y encima lo que haya en el mercado de la “creación” de imágenes y meta a
volar por lo desconocido picoteando y deteriorando mis fibras más sensibles,
fragilizándolas y preparándolas para su aniquilamiento.
El hecho de volar sin la acción externa en los órganos de
los sentidos, sino ingiriendo productos naturales, o no tanto, que llevan de un
viaje al nirvana, puesto que van directo al sistema nervioso final que
normalmente recibe los estímulos externos que los activan, puede decirse que se
trata de alucinaciones, y los medios que las generan se llaman alucinógenos,
como fue el LSD, que se metía la gente en masa desde la época de los hippies y
quien no lo probaba estaba bien fuera de onda.
Ese estado de alucinación es el que alcanzan las
comunidades en sus ceremonias y rituales de índole espiritual. La comunidad
está formada por los vivos y los muertos, que muertos están, por lo que no se
piensa que andan por ahí y podrán volver dentro de un animal u otra persona, en
la llamada reencarnación, que es una concepción ideológica derivada del
individualismo patriarcal, ya que la “reencarnación” representaría una cierta
autonomía de lo que habría que llamar “espíritu”, que no es más que la ruptura
de la espiritualidad, que es el flujo energético y el equilibrio natural, el
newen, que al ser quebrado por el patriarca occidental, requiere la
argumentación de la existencia de dichos entes también escalonados y
jerárquicos como en la vida.
Los alucinógenos y el sonsonete rítmico y fuerte del
tambor y otros instrumentos de percusión que son predominantes en estas
ceremonias, o en última instancia el batir de palmas y los golpes en el suelo
con la planta de los pies uno tras el otro, producen un corte o suspensión de
la conciencia y de la conciencia colectiva, surgiendo lo que Levy-Strauss llamó
inconsciente colectivo, siendo muy interesantes sus estudios de los mitos indígenas
y aún de los cuentos de los hermanos Grimm, donde puede verse el inconsciente
colectivo de la época. Veamos lo que entiende este antropólogo frances, padre
de la antropología moderna, por inconsciente colectivo. Él vivió 40 años entre
comunidades indígenas y se considera el que más ha contribuido a esta ciencia
después de Morgan, el antropólogo norteamericano que descubrió las formas de
lazos consanguíneos y la formación de gens (clanes), fratrias (conjunto de
clanes) y tribus (conjunto de fratrias) y las formas de relacionamiento sexual
endogámico y exogámico, en las comunidades y pueblos precolombinos del norte de
nuestro continente.
El inconsciente se considera una parte de nuestro sistema
productor de actos que no derivan de la reflexión, opción o decisión, o sea,
están fuera de la consciencia, no son captados ni controlados por la mente
racional y se diferencian del subconsciente en que no se forma por estímulos
externos llamados subliminares, que se adentran en nosotros captados por los
sentidos pero no por la mente, como un cuadro de mil detalles que están al
alcance de nuestra visión, pero sólo alcanzamos a captar algunos de ellos, en
tanto el resto entra igual y a veces podemos verlos nuevamente sin recordar
donde ni cuando lo vimos anteriormente, como un dejá viu.
Para Levy-Strauss el inconsciente colectivo es una
estructura, obvio, él es estructuralista, en la que pueden leerse modos y
características de un pueblo mediante la técnica de la hermenéutica, esto es,
la interpretación, de allí que el mito es “una forma de decir”, y que por lo
tanto debe traducirse a los códigos y lenguajes a que estamos acostumbrados.
Digamos que el antropólogo pasó 40 años de su vida interpretando y traduciendo
esos códigos. Para nosotros representa el perfil identitario de ese pueblo,
pero emparentado genealógicamente con el resto de la especie, por lo que el
estudio e interpretación de la cosmovisión originaria es el estudio de la
especie y de la historia, con la diferencia que en la interpretación occidental
entra de lleno la ideología, o sea, visiones preconcebidas, interesadas y
contrapuestas, en especial si atendemos al hecho de que el carácter binario de
las cosas se sobrepone al carácter o interpretación holística o compleja, si
prestamos atención a las conclusiones de Edgard Morin. Por ejemplo el Yin y el
Yang no son contrapuestos, sino que están en armonía, así como están en
interacción y armonía con el resto del cosmos, sin embargo en occidente, por
ejemplo en la sociología, se opera sobra la base de la teoría del conflicto y
que la sociedad humana vive superando o controlando dicho conflicto, lo que Max
Weber sistematizó siguiendo el individualismo competitivo de Tomás Hobbes, el
autor del Leviatán.
De esa manera, la ceremonia comunitaria resulta ser una
introspección de la especie, que se examina a si misma, por ello cuando en
África se deben tomar decisiones importantes, se consulta con los muertos
debajo de un árbol frondoso al ritmo del batir de palmas. Muy interesante, son
los mayores que ya no están los que parecen hablar con la voz de la especie.
Cuando terminan la decisión ha sido tomada y toca a las autoridades
tradicionales ponerlas en palabras y en acción.
Sin embargo estas comunidades no necesitan estarse
comunicando a cada rato con lo que algunos llaman “el más allá”, que en
realidad no está ni allá, ni más allá, sino que está bien acá, pues se trata
del cosmos, del todo, de la madre tierra y del común, de lo que somos parte, y
al salir del plano consciente, todo se entrecruza y parece agolparse. No vamos
a ver el cosmos ni a escucharlo, simplemente vamos a sentirlo y su lenguaje no
es ni puede ser racional, sino sensorial, para lo que no estamos preparados,
dado que las sensaciones son de la especie, y los que tienen intereses binarios
o maniqueistas, es decir, los buenos y los malos, no van a pescar ni un
resfrío, sólo lo van a pasar bomba, de rechupete, volaos y borrachos como
tagua.
Tampoco sirve ser turista de la droga, como quien dice
“probarla”. En mi caso al estar en Brasil, estuve en una ceremonia con
ayahuasca, donde te daban dos cálices chiquitos y finalmente otro hasta la
mitad, para alcanzar el estado estratosférico, pero con el primero empecé a ver
luces de todos los colores, sentía ruidos que no podía identificar y me parecía
estar en una montaña rusa, de modo que rechazé amablemente el resto y esperé
con santa paciencia que los volados tragaran el discurso del Santo Daime que
comenzó tras una campana en lo mejor de la volada y concluyó con otra
campanada. Así ninguno tenía noción de que les estaban metiendo a los espíritus
sagrados en medio de la vorágine social de destrucción de la espiritualidad y
su reemplazo por “espíritus”.
Así la droga es benéfica para los estados, ya que
mantiene la servidumbre, pues está muy claro que se ingiere para pasarlo bien,
vivir constantemente en el estado de gracia. El estado y el mercado más
aprietan los tornillos, más rebajan los empleos y los ingresos, más destruyen
la naturaleza y el planeta, nos aplastan hasta sacarnos sangre y pus, así
pueden circular conteiners de droga que pasan las aduanas del mundo bajo fuero
militar mientras las cárceles están llenas de los gansos o mulas que
transportan los glóbulos de la droga en el estómago para atravesar fronteras y
hacer creer a la opinión pública que “se persigue” y se sanciona el tráfico.
El tráfico está institucionalizado, pues permite mantener
a la gente de las favelas de Rio o en Montedónico de Playa Ancha acosados por
las bandas que se tirotean a diario unas contra las otras en una especie de
balkanización de las periferias de las ciudades. Los estados cada vez más
invierten en seguridad ante el clamor de los vecinos contra la creciente
delincuencia, de modo que han podido militarizar las periferias de las grandes
ciudades del planeta. El aumento del aparato represivo es una constante en
todos los países, debido a que se espera apretar aún más los cuerpos y
pisotearlos hasta sangrar.
Mientras tanto, el saco de huevas que se droga. Usted que
me está leyendo, bien gracias, viviendo con el manso discurso y colaborando
directamente con el aumento de la drogadicción y pegándose sus buenas voladas
que como sacos de aspirinas, le permiten “mantener el equilibrio” de y en la
sociedad esquizofrénica.
Al igual que las religiones han destruido y destruyen a
diario la espiritualidad inventando y adorando espíritus que andan por ahí, la
droga destruye las ceremonias ancestrales y las transforma en un espacio de
disfrute del placer egoista, ya que el hedonismo hoy día es un super alimento
para el fortalecimiento del yo y del individualismo.
En realidad es como el sexo, ambos hacen correr furiosas
las endorfinas, sólo que el sexo de mi placer refuerza también el individualismo.
Diferente es descubrir y vivir el placer del otro sin preguntar. Y de los
otros, claro. Ya es hora de abandonar la monogamia y la heterosexualidad.
Caramba, no se estará liberando demasiado el Jota? Debe
estar drogado.
Telón, por favor.
Jaime Yovanovic (Profesor J)
unlibre@gmail.com
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